La sala era grande, alta y silenciosa; y blancas eran sus esquinas, infinitas. Tenia el aire un toque celestial, como si aquellas paredes fuesen una nube y el menor suspiro las hiciera desaparecer.
En medio de la sala, sobre una mesa, había un pequeño reloj que trinaba. Caminé con paso distraído y lo observé de más cerca. Tenía tres picos: el más grande de ellos, de un color negro algo oxidado, apuntaba acechante al número doce. El segundo, algo más fino y alargado, señalaba un espacio vacío donde, supuse, alguna vez hubo un cinco pintado.
El pico del despertador descansaba en el seis.
– Esto no es posible- me dije,- ¿por qué suena este reloj, si no ha llegado a su hora?
– Porque es un reloj cantarín, amigo. A este reloj le gusta trinar.
Levanté la cabeza, asustado. Sobre la única ventana de la habitación se hallaba un pequeño hombrecillo púrpura, con aspecto de enano. Sin embargo su pequeñez, sus narices eran regordetas, y sus dientes apenas se sabían de contar.
– ¿Un reloj cantarín?
– Eso es. ¿Nunca habías visto uno?
– Pues… quizá, si. No lo sé
– ¿No lo sabes?
– No
– Vaya… mira, es muy sencillo. Basta que pongas el pico despertador en la hora que es, y así dejará de cantar.
Beppo se dio la vuelta y aquello hizo. Al instante, aquel dejó de sonar.
– Vaya… ¡que raro!
– Es normal… a ese reloj nunca lo usaba nadie. Así que se volvió cantarín, para no aburrirse.
– ¿Eso pasa con los relojes?
– Eso es.
– Pero… yo he visto muchos relojes. En las tiendas, están abandonados tras unos cristales, pero ninguno canta.
– ¿Estás seguro?
– Si… creo que si.
– Bueno… quizá el problema es que nadie se ha parado a escucharlo …
¡Riing! El despertador volvió a sonar. “¡Claro!”, pensó Beppo, “¡se me había olvidado! Ahora que ha pasado un minuto, el reloj vuelve a cantar”. Se dio la vuelta y lo puso en hora.
– Y… ¿Cuánto tiempo tardará el reloj a ser como antes, a saberse querido?
Pero al darse la vuelta, no había nadie. El pequeño, pero narigudo hombrecillo, había desaparecido.
Es buena la idea de soñar un sueño dentro de otro. A veces salen pesadillas y otras salen tiernas historias, como la que nos cuentas en este texto.
Me ha mantenido atento a la lectura.
Un saludo.
Muy bonito el cuento, ismael. Y además encierra toda una historia de pensamiento crecible y creíble. Un abrazo vorémico, ismael, me ha parecido un texto muy ensoñador y me ha distraido un gran rato el leerlo y asimilarlo. El reloj de la vida sigue cantando…