Anacoreta

De las tinieblas salgo,
distorsionado rostro,
cabizbajo y andrajoso,
el espejo muestra.

El ansia de beber me lleva
al pozo de los deseos,
alzo en mis manos el agua,
donde la luna destella.



Difuminado semblante
que en aguas limpias,
infecto y tenebroso
por ocultarse clama.

Deforme mostrarme temo,
pues oculto debo vivir
inclemente y trashumante,
si dañar mentes, no quiero.

Mi máscara es mi penuria
que solitario me mantiene
entre locura y cordura
mi cara se desvanece.

No puedo mostrar mi faz
pues si esta se descubriese
se vería mi disfraz
aunque mi alma feneciese.

Cuando perdí la razón
me convertí en ermitaño,
se me rompió el corazón
y me volví un ser huraño.

Por eso es que solo estoy,
muerto en vida y enterrado,
por eso errante yo voy,
por todos abandonado.

Un comentario sobre “Anacoreta”

  1. El anacoreta abandona el mundo de las veleidades pero siempre habita en él ese entusiasmo de poeta en soledad que lleva su mensaje más allá del límite de las fronteras del silencio. Bien kiowa por este retrato introspectivo de un anacoreta en situación límite.

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