– Es culpa de los caballos, turban mi mirada mientras se aparecen en los momentos más inesperados de cada tarde, no puedo soportar que piensen que es mi culpa, pero no puedo reprocharles el no saber que es culpa de los caballos, porque yo sé que sólo yo puedo contemplarlos, ver mis caballos, esos que aproximadamente a las cinco de la tarde, todos los días, toda la semana, veo venir desde el horizonte por la avenida O’Higgins, corren hacia mí, a menos de un metro se detienen y me esquivan observándome, aterrándome con la sensación de que me aplastarán, se burlan de mi miedo, se van corriendo y me dan la espalda los muy descarados y me dejan ahi, sin poder explicarle al cajero del café Luxemburg que no he traido el dinero, que no sé cómo explicarlo, que deben haber sido los caballos quienes me lo han arrebatado, pero él no me cree y está bien, porque él es humano como los demás, y ellos no me creen, y nadie me cree, pero yo sé que es verdad que a diferencia de las experiencias contadas por otros en breves cuentos y novelas las que han narrado y yo leido, no me dejan pensar, y no me dejan pensar nunca.
Es culpa de los caballos, creeme porfavor..
Me ha gustado mucho, es inquietante, hermético, como escrito por un paranoico en plena crisis.
Enhorabuena, Andrés.
Un saludo.