Desde ese día que comenzó a llover…
La lluvia incansable, que corría y corría frente a mi, contando sus propias gotas, aterrizando en mi frente, haciéndome entrecerrar ojos y cambiando mi expresión a una más acorde.
Aquel día que el viento cesó, y la gélida brisa me hirió. Y las hojas se detuvieron un otoño, y otro, y otro más. Suspendidas y risueñas, alegres del suelo no tocar, por siempre y nunca más.
Aquel día que mi mirada cambió. Ese aliento suave que me impulsaba, es un saco de esperanza que no me deja avanzar. Pesado e inútil, me rehúso dejarlo atrás.
Aquel día que todo comenzó. Aquel día que tus pies iniciaron su marcha, y aquel día que los míos se detuvieron. Y sigo aquí… Aún no se porqué…