Comió casi sin darse cuenta. En la obscenidad de su diminuta boca la manzana suponía la deglución del universo. Ella se suponía esbelta y ágil y dúctil y malvada. Decidió que comer era insano, casi una provocación a la pureza intestinal. Asumió ser extremadamente delgada, imperceptible al mundo, inadvertida para sus sábanas. Ella