Me corroe las entrañas el cordón umbilical que me mantiene atada a ti, que se ensaña en gangrenar lo bueno que queda dentro, y sin el cual no puedo vivir. El final se pasea en mis manos y juega entre mis palabras, siempre tentado pero nunca convencido de salir.
El destino es mi aliado, mi enemigo y mi refugio. Es la sombra de la cual cuelga mi esperanza, frágil, descarrilada, indecisa. En mi garganta se asientan las verdades y las preguntas, son huéspedes indeseados en esta triste casa de lamentos. Los fantasmas bailan en mi cabeza, confundiendo, abriendo puertas difíciles de cerrar y escurriendo hasta el último de mis esfuerzos vanos por permanecer de pie.
Eres un cáncer que no tiene cura, que se expande y me envenena. Por más que quisiera entrar y arrancarte de tajo, eres parte de mi sistema ya. Escupes sentimientos vacios de los cuales me alimento, los recojo y me levantan a pesar de su corta vida y nula resistencia.
Respiro frases aventadas sin recelo, las evoco, las vuelvo mi realidad. Me caliento con tu figura invisible, te veo con los ojos cerrados. Selecciono el cuento de hadas, me escondo en fantasias. Evado mi adicción a ti sin fruto.
Camino sobre el agua sin notar que me ahogo