El último veredicto fue claro:
pagar por todo lo que no se hizo.
El sol se esconde acongojado
y vestido de vergüenzas fosforescentes
más fuertes aún que su luz.
La angustia se fuma su útimo cigarro…
La oscuridad pisotea las haces de luz
que se escurren entre los agrios hilos
que te separan de tu libertad.
Y desde afuera alguien tira un papel
que dice:
“Imposible tener la conciencia tranquila
y las manos sucias”