Tantas veces planeando el decirte Adiós
que tendré que apuntarme en una lista todos mis reproches,
los que empezaré diciéndote que no lo son,
que sólo son mis observaciones.
Luego te diré que estoy de acuerdo con nuestro presente,
pero simplemente, quiero dejar a un lado la hipocresía.
Mi esfuerzo se verá recompensado si consigo sonrojarte,
aunque sólo con explicarte esas conversaciones que tengo conmigo misma, ya me quedaré totalmente satisfecha.
Lo malo es que siempre se me olvidan los detalles… Por eso sólo te pediré un momento que no defina un límite inerte que pare mis palabras.
Te descubriré cosas de ti mismo y haré uso de mi parte más racional, ésa que tú has hecho que se vuelva mayoritaria.
En definitiva, sólo tengo que decirte adiós, y decirte cómo me dí cuenta de que no eres mejor que yo, excepto en aquello en lo que siempre lo fuiste.
Siempre te volveré a dar las gracias por aquellos ilusionismos que creaste para mí, y trataré de ignorar esas -tus- segundas intenciones. ¿Para qué indignarme más si ya me dejaste preparada para aceptar cualquier decepción más?
En realidad puede que no me hayas dado ninguna coraza de desconfianza con la que enfrentarme al resto del mundo. En realidad puede que hayas hecho que a partir de ti, viva llena de miedo, y que me crea tan falsamente valiente que no soy capaz de aceptarlo.
Cuando me aclare, decidiré si debo admirarte o si debo odiarte por aquello en lo que me has convertido.
Quizás lo haga cuando termines de descubrirte realmente.
Y sólo tengo que decirte Adiós. Imagínate todo lo que sentía cuando necesité madrugadas enteras -y aún se me olvidaban pequeños apuntes- para ver como me descubría yo para tí.
No queda mucho o quizás no llegue nunca.
Nos vemos en los bares.