Cada día, pendientes de su hora de llegada, esperábamos mirando por la ventana antes que golpeara la puerta con sus grandes manos,estaba yo con la puerta abierta para que entrara con su cargamento de tesoros recolectados de la basura de otros.Pero no todo eran tesoros,también venían los infaltables pasteles de la pastelería Mozart, y el tostado y crujiente pan que acompañaría la comida.
No hubiéramos saboreado nunca esos pasteles de no ser porque se los regalaban, pues si algo siempre era poco,era el dinero en aquella época y con una familia tan numerosa.
Al momento de descansar mi padre ponía el tesoro a nuestro alcance y nuestras pequeñas manos hurgaban hasta encontrar una pieza de valor que podía ser unos libros,pulseras, ollas usadas,sártenes, botellas vacías, trozos de cañerías de metal,carteras, zapatos, joyas de plata u oro que seguramente por distracción alguien tiró en la basura.
Llaves, cinturones,lámparas de bronce, cándados,tornillos, sweaters, todo lo que se podría reciclar o aún usar, era parte de nuestro botín.
Mi padre se las arreglaba para machacar el metal y venderlo por kilos, las botellas vacías también. las llaves, tornillos y candados pasaban a una gran caja de madera que los reunía y hacía muy atractivos para mi, las carteras si no le interesaban a mi madre, o a mi hermana mayor, quedaban para nuestros juegos infantiles, los libros eran por exelencia, nuestros, y yo me deleitaba leyendo bajo el parrón a “Alicia en el País de las Maravillas”, “Tom Sawyer”, también a Spinoza,
Borges o Neruda.
Esos momentos mágicos y maravillosos de mi infancia en que la sorpresa y la curiosidad se daban la mano, me heredaron la afición de coleccionar llaves y candados, además de impregnar en mi memoria el olor de esos libros usados que alguien tiró, sin saber que otros los volverían a leer, creando el hábito de la lectura.
Este freso amanecer me ha traído el aroma de aquellos momentos tan queridos, de mi padre y su trabajo, recolector de basuras, sucio, pero digno,que nos alimentó y abrigó,educó a todos con profesión y, sobre todo, principios. Aunque no fue perfecto y en más de algo se equivocó,como todos, nos hizo personas de bien.