El carruaje

El adoquinado de la calle se clavaba en mis pies casi descalzos, mientras mis pequeños pasos me conducían hacia la vieja y destartalada casa donde me cobijaba desde hacia poco tiempo al llegar la noche. Una lluvia fina había caído casi ininterrumpidamente a lo largo de todo el día, y ahora, una espesa niebla envolvía las calles acompañando la llegada de una noche que se adivinaba intensamente oscura.

Me aparte hacia un lado al escuchar el sonido de los cascos de los caballos y del traqueteo de los carruajes que transitaban sin descanso a esas horas por la calle. Observe como alguna rata sorteaba a los caballos para acabar escapando calle abajo. Mis ojos vidriosos por la fiebre quedaron prendados de los dos caballos blancos que se acercaban al trote, majestuosos y perfectamente acompasados como si de un baile nocturno se tratara.

Tenía frío y tiritaba descontroladamente cuando la coreografía de los equinos pareció llegar a su fin parándose justo frente a mí. La puerta del carruaje se abrió lentamente y unos ojos negros de mirada profunda e intensa me miraron desde su interior. Apreté con fuerza los pocos peniques que llevaba en los bolsillos, temerosa de que me fuera arrebatado lo poco que tenía y empecé a toser de una manera compulsiva. Una voz que parecía provenir de los ojos inquietantes me preguntó:

– ¿Puedo hacer algo por ti?
.
Mire los caballos que indiferentes a mi presencia esperaban ordenes del chofer y sacudí mi cabeza a modo de negación sin ser capaz de articular palabra. Al momento él continuo diciéndome:

– Dame otra oportunidad por favor, conseguiré darte otra vida, buscare la manera de recompensarte y enmendar todo el mal que te hecho. Reinventare de nuevo la historia, y serás por siempre feliz y recordada generación tras generación como la gran heroína de mi novela.

Reconocí sus manos al momento, yo había salido de los trazos que ellas creaban. El miedo me tenía paralizada, llevaba huyendo mucho tiempo buscándome la vida intentando que él no me controlara, pero finalmente me encontraba nuevamente frente a él, impotente bajo el influjo de su poderosa pluma, a merced de lo que su prodigiosa imaginación maquinara para mi.

2 comentarios sobre “El carruaje”

  1. ¡Está muy bien! Una vez me regalaron un relato parecido en el que se hablaba del escritor como garante de lo que pasaría… Tienes imaginación, suerte con la escrritura!

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