Con un soplo caliente se me hace el pulso de amarte entre el aire que mueve los laureles y, al borde del naranjo y del olivo, me empuja la alegría de toda mi vida en ti. Temblor extraño éste de sentirte luz extendida como un tiempo sin límites. El infinito de tu mirada es un corazón sediento dentro de un pecho que trona solo y tendido en el verano de tu ventana abierta. Entro en tus besos y encuentro una boca intrépida que me hace grande el espíritu. Son las cosas del amor.