!Gracias, amigo Agirregabiria, por tu caliente exposición sobre los besos!.
A mí lo que me entusiasma en verdad es el beso revolucionario, ese beso humano profundo y libertario, explosivo que estalla a plena luz ante el flash de miles de fotógrafos que son los ojos de los viandantes. El beso desgarrador y restallante que derrumba las barreras de los reaccionarios intransigentes ante la más natural demostración del amor sano. Beso que levanta las airadas protestas de los seudomoralistas de la hipocresía ética, que hacen diatribas y se santiguan el cerebro, la lengua y los pectorales para condenarlo como herejía.
¿Y qué moral atenta el beso dado con el infinito sentimiento de la verdad mientras las manos acarician tierna y delicadamente el cabello, el rostro o el cuerpo del ser amado?.
Todavía recuerdan muchos a aquellos tiempos de la censura franquista en que, a mitad de la película, cuando dos labios se iban a juntar para expresar ese sentimiento profundo del amor humano, y en nombre de la falsa moral de los inquisitoriales religiosos de la época, cortaban la filmación y dejaban en la mente de los espectadores algo así como un pesado sentimiento, cruel e inhumano, de pecado mortal. !Cuánta fanática intransigencia mental de quienes castraban al amor bajo consignas político religiosas de fascista condición!.
Era la misma censura que obligaba a los inocentes niños a besar las gordezuelas y marmóreas manos (de dorados anillos llenas) de aquellos sacerdotes que se cruzaban en sus caminos (la mano siempre adelantada para ser besada) y que, con aquellas mismas gordas prolongaciones de sus hercúleos brazos, los abofeteaban inmisericordemente cuando, en el coro parroquial, esos mismos niños inocentes equivocaban, sin malicia alguna, las notas del “do” con las del “re” o las del “mi”.
!Pero llegó el beso libertario!. El que damos a plena luz del sol sin contemplaciones, con ojos abierto o con ojos cerrados pero con el corazón hecho boca para escándalo de puritanos y beatas que, llenos ellos y ellas del pecado de la sórdida concupiscencia oculta en sus patibularios prostíbulos de la intimidad, se hacen cruces sin parar y envían cartas al buzón de correos de algún sesudo director de periódico oficial de millones de tirada.
!Qué feliz llegada la del beso libertario que nos desliga de inmundicia y destruye a la falsa hipocresía haciendo sonreír a toda la Naturaleza que lo contempla como el mejor exponente de la creación amorosa de Dios!. !Beso libertario!. !Beso que nos recuerda que somos realmente nacidos para el Amor!. !Beso hecho canción que sana el alma de los enamorados y hace bajar a los infiernos al dedo acusador!. !Bienvenido tú, beso libertario que nos haces sentir!.