A golpes de Tango (Tábatha)

El pasado viernes, día 23, por la noche, en el Auditorio y Centro de Congresos “Víctor Villegas” de la ciudad de Murcia, he visto la representación teatral de “A golpes de Tango” llevada a cabo por el Grupo Laboratorio Tábatha como uno de los actos presentados con vistas al “Día Internacional contra la violencia hacia la mujer” que se celebra hoy 25 de noviembre. El Grupo Laboratorio Tábatha estuvo acompañado por los músicos tocadores de piano, guitarra y bandoneón y los bailarines de “Labelladanza”.

El objetivo de la obra teatral fue el de sensibilizar a la población contra la problemática de la violencia hacia la mujer. Y a fe que lo consiguieron. La sala estaba llena a rebosar con una enorme mayoría de mujeres de edad avanzada. Sólo eché en falta un poco más de público joven. Hombres y mujeres de la tercera edad había bastantes ya que los trajeron en autobuses gratis especialmente fletados para esta ocasión. Todos llevábamos, en la solapa, el lazo correspondiente…

La obra la representó un par de jóvenes actores (mujer y hombre) acompañados por un par de bailarines de tango (hombre y mujer) y el fondo musical del piano, la guitarra y el bandoneón. En conjunto se logró un éxito importante y de alta enjundia. Hubo momentos verdaderamente tensos y siempre llenos de poética didáctica no exenta de crudeza verbal y gestual. La obra, en sí misma, es bastante cruda porque el tema es crudo realmente. El público, correcto siempre pero en tensión en varios momentos, apreció al final la buena labor (sin llegar a ser excepcional) de los actores del Grupo Tábatha.

Comenzó la obra con una pareja bailando tango al son de un piano y en el centro del escenario se encontraba la mujer, semidesnuda, dentro de una especie de jaula claustrofóbica. La pareja danzaba a su alrededor y había veces que daba sensación de vértigo como símbolo de lo que pasaba en el cerebro de la muchacha yaciente en el suelo de la jaula. Todo ello acompañado de profundos golpes de piano que, rítmicamente, iban situando a los espectadores en el centro psicológico del drama.

Y llega el hombre, bastante desastrado y quizás bebido. Y comienza a recriminar duramente a la mujer mientras la ofende verbalmente y la arremete físicamente. Realiza una labor de molicie en la personalidad de la hembra a la que insulta ferozmente y la hace pasar por culpable. ¿Culpable de qué?. La mujer no entiende nada… pero poseída por la fuerza bruta del varón se empieza a recriminar a sí misma sin saber por qué lo hace. Solo para dar satisfacción al hombre y acabar así con el sufrimiento de ambos. La hembra, en estos primeros compases de la obra, no se considera víctima real sino culpable indirecta de algo que no comprende.

En la siguiente escena el hombre descarga su pasión sexual violentamente y preso de celos inventados por su mente enfermiza comienza a odiar a la compañera y a tratarla como a una prostituta. La ofende verbalmente ante la desesperación de ella y la arremete físicamente con gran ferocidad. El odio del hombre se va acrecentando y le cha la culpa a ella de su propia soledad. Ella intenta en un momnto determinado replicar y huir de allí pero la jaula se lo impide y comienza a monologar para sí misma. Intenta comprender al compañero pero no puede porque ve irracionalidad en su comportamiento. Los celos son infundados. Otra cosa más fuerte debe suceder en la mente del hombre.
Esto se descubre en la siguiente escena cuando él comienza a tratar a su madre de prostituta como todas las mujeres que ha conocido y empieza a dar la razón a un imaginario padre que parece ser fue alguien machista, belicoso, enfermo mental o quizás un sádico ante el sexo femenino. Se descubre entonces la importancia que tiene la educación infantil y el ejemplo del padre en la conducta enferma del hombre que se enfrenta, ahora, en el momento más tenso de la obra, contra el público femenino a quien ofende y maltrata de palabra hasta tal punto que las mujeres espectadoras comienzan a rebelarse contra aquel monstruoso personajes que las vilipendia en general. Es un bruto deslenguado.

El hombre comienza a recordar su infancia y se descubre como producto residual de una educación generacional altamente machista y perturbada que ha afectado a su mente y le ha hecho confundir todos los parámetros sociales de las mujeres. Toma al sexo como una posesión y un derecho a recriminar a la mujer por pecados no cometidos por ella. Entra en la jaula, realiza el acto sexual (ella se lo ofrece como una nueva oportunidad de arreglar el desajuste de la pareja) y termina por volver a golpear a la mujer y arrastrarla por el suelo. A esto lo acompaña la pareja de tanguistas bailando una desenfrenada danza en la cual el elemento femenino queda a merced del elemento masculino y es arrastrada por la pista como voluntad de sometimiento al macho.

Desaparecen todos los personajes excepto la muchacha que está desnuda y tirada en el suelo después de haber sufrido la violación física y mental. Está destruida como persona y totalmente perdida en medio de una oscuridad mental que llega al límite en su trágico monólogo. Comienza a tomar conciencia de su situación y empieza a odiar al hombre.

Hay un nuevo baile de tango en el que el macho ha perdido ya el control y ahora es la hembra la que lleva la dirección del baile. La pareja no se agarra porque cuando él intenta sujetarla ella le rechaza violentamente hasta que lo derriba al suelo. Y comienza una escena realmente impactante. Los dos (hombre y mujer) se están recriminando, dentro de la jaula, indistintamente. El juego simbólico es una pistola que pasa de mano en mano entre los dos jugando a la “ruleta rusa”. El juego termina con el hombre hundido y la mujer sollozando e intentando escapar de aquel infierno.

Suena una guitarra y comienza un nuevo baile de tango. Pero ya la confianza de la mujer se ha perdido del todo. Y el bailes es decadente además de frustrante para los dos. El público aplaude porque la tensión está en un momento álgido. El hombre queda ahora solo porque comienza a tomar un poco de conciencia ante la oposición de la mujer que quiere dejar de ser ya la víctima de sus frustraciones.

En la siguiente escena el hombre queda solo y encerrado en la jaula mientras la mujer intenta escapar escalando los barrotes. Él busca una nueva oportunidad de reconciliarse con ella pero se nota que no deja de culparla a ella y que su conciencia sigue siendo enfermiza… así que la mujer escapa y el hombre queda solo. Ambos están destruidos y han quedado psicológicamente despedazados pero ella se ha liberado de los demonios que ennegrecen el corazón del enfermo machista.

Hay un último baile de tango al son de un bandoneón donde comienza una nueva reinterpretación de la pareja. Pero ya no es la misma pareja sino un símbolo de un hombre que tiene plena conciencia de la importancia que tiene amar a su compañera.

Al final del espectáculo el público aplaudió agradablemente la representación que en todo momento fue correcta y bien desarrollada. Se merecieron el aplauso y se logró transmitir el mensaje de la obra a unos espectadores (especialmente ellas) que salen del teatro conversando sobre la cuestión.

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