Amigo Aguirre: iré a Guecho. Iré a Guecho con mi gaviota urbana transformada en marinera de sal y sensación. Tengo muchos deseos de doblar las playas para cambiar, repentinamente, de perspectiva y que todo el mar quede, de pronto, a la izquierda de tanto tenerlo a la derecha y viceversa… porque aquí, en la ciudad (!efectivamente Madrid es!) todas las veces que se doblan las esquinas volvemos a ver las mismas calles, las mismas sensaciones de estar repitiendo una y mil veces las mismas cosas y los mismos actos. Pero no es tristeza. Mi amigo Gamarra ya lo ha entendido: cada vez que doblamos una esquina es la misma esquina pero transformada… mil y una veces transformada como sueños para ser contados por las noches.
Esto de los laberintos capitalinos también tiene sus encantos, Aguirre… lo que sucede es que para saborearlos hay que caminar muy despacio… porque no sabes en cual de las múltiples esquinas va a ser posible que te quedes soñando con las manos prendidas en algo parecido o similar a un corazón de mujer.
Iré a Guecho, Aguirre, y pasearemos con nuestras sinpares gaviotas para sentir eso que tantas veces has dicho desde el interior de tus palabras. !Que se queden entonces todos nuestros libros en las estanteráis!. Un abrazo cordial, Agirregabiria… y no dejes de pelear.
Por ahora sólo puedo decir que Diesel no deriva de gasofa sino de algo parecido a motores de dial; aunque hay que tener nmucha inaginación para oír el tictac de las voces encendidas en el interior de su alma o mucha alma para comprender las voces de su cotidianeidad, poque debes saber que el Gasómetro de Madrid (!estos, ay dolor, Fabio, que ves ahora!) lo han dejado clausurado entre el cemento. Madrid. Claro que sí. Todo eso y un pensamiento para el más querido de tus ficus: “Hay muchas amapolas sangrantes en Atocha, amigo vasco, muchas amapolas de sangre bajo el sol”. Por todo eso quiero ir, con mi gaviota, a Guecho y recorrer su playa para doblarla y cambiar de perspectiva… porque el dolor a veces, Agirregabiria, a veces puede ser compartido. Y luego caminar por las riberas ambidextras de la ría y llegar hasta Bilbao poruqe quizás la Catedral de San Mamés pueda ser también parte posible del Sueño de Todos los Imposibles.
NOTA.- En realidad yo no sé nada de lo del doble juego de los finos cactus porque siempre he ido y voy acompañado de mi única familiar gaviota que, por serme tan fiel, se transforma siempre en todo lo que yo deseo. Eterna compañía es para mí ella. pero quizás pueda ayudar en algo si te digo que de tus dos hermosas plantas ornamentales estoy seguro de que una de ellas sabe más lo que es el Silencio.