Incansable mi memoria me recuerda que aún sigue aquí, yo intento negarlo, para mí y para los demás, pero me sigo encontrando a la espera. A la espera de una llamada, de un te quiero o de un simple “Hola mi niña”…
Y es que llega la noche y envuelta en una sensación entre miedo y nostalgia, extiendo la mano hacia el teléfono móvil, quiero llamarle, quiero escucharle, pero sé que no serviría de nada, tan solo para hacerme daño y por un instante se larga ese pensamiento de mi mente, e intento dormir…
Intento que todos los pensamientos dejen de rondarme pero cansada de luchar no consigo conciliar el sueño y a oscuras y con el ligero sonido del viento sobre la ventana alcanzo a dar la luz.
Me incorporo muy lentamente de la cama y me abrazo como si ese abrazo proviniera de otros brazos, de los suyos… Con la mirada perdida en el teléfono móvil y ya sabiendo que no tuve noticias suyas , me abalanzo a por un pañuelo (llena de rabia y coraje) mientras suave y lentamente veo caer las primeras lágrimas de la noche…
Pienso en él y por un instante deseo no haberle conocido nunca, pero al mismo tiempo llueven demasiados recuerdos… Agotada de tanto dolor a solas, nuevamente, me quedo dormida en mi habitación y abrazada a mi peluche preferido; imaginando estar con él…
Y así sucede cada noche, cada segundo que la luna me mira, mis ojos derraman lágrimas de desamor, lágrimas de soledad, de extrañeza, curiosidad…
Y llega la noche en la que rompo con la miserable rutina y decido no mantenerme a la espera, decido actuar y encuentro la respuesta a todos mis pensamientos. Es nuevamente al oír su voz cuando me siento viva, cuando la vida tiene sentido…Sus palabras me llevan a la conclusión de que tengo que esperar y a la vez se que la espera no servirá de mucho, que lo que quiero no lo voy a obtener…
Sus palabras me dejaron descolocada, como una niña perdida en medio de la playa. Me vuelve a desilusionar y yo decido ignorarle, porque sé que es lo mejor….pasa un tiempo en el que no se de él. ¡Ay! pero tonta de mi vuelvo a caer y a romper con la rutina y ahora vuelvo a encontrarme a la espera de una llamada, de un te quiero o de un simple, “Hola mi niña”…
Y en toda espera hay siempre un final, Elbereth: o doblas hacia la derecha del interés o doblas a la izquierda del corazón. Sólo tú sabes tu respuesta.