Cuando mañana tu pelo sea cascada
y el canto de la calandria pierda su brío
y no halle el rosal abierto de tu piel…
me volveré frágil pasto de los vientos
y te esperaré, como el azul jilguero,
repicando trinos en la larga madrugada;
me ofreceré al alcance de tu angustia
y seré la mano amiga que te dé calor
en ese invierno en que estarás dormida.
Y a la luz de las pupilas encendidas
descubrirás que te he estado amando
toda esta tu libre vida de gaviota.