El mundo esun campo sembrado con toda clase de bienes naturales, y en sus entrañas anida una serie de leyes que las personas, por tener inteligencia, deben ir descubriendo y poniendo al servicio de todos. Los inventos y el progreso estánprevistos para construir un mundo cada vez más perfecto y habitable, más humano y fraternal. En este sentido, según este pensamiento que tanto abunda en los discursos de las gentes intelectuales, el siglo XXI ya debería ser un verdadero paraíso para todos los habitantes de la Tierra. Pero no es así…
En nuestra sociedads no todo lo conseguido es trigo lmpio. No es el siglo XXI ese edén que tanto pregonaban sin cesar. La civilización, lograda tras esfuerzos de siglos y siglos, presetna ahora enormes grietas. ¿Por qué cada vez hay más separación entre los países desarrollados y el resto?. ¿Por qué en todas y cada una de las naciones de la Tierra una pequeña minoría son los que gozan de todos los bienes conseguidos con el trabajo de todos y hay una porción, más o menos extensas, que queda esquilmada?. ¿Por qué la corrupción y la inmoralidad campea libre y victoriosa?.
Se me ocurre que todo ello es producto de un nefasto ejercicio de la libertad humana. Una libertad mal empleada. Porque las injusticias, el hambre, la miseria, el subdesarrollo… todas las miles de lacras sociales que conviven con otros miles actos de verdadera bondad sólo pueden estar siendo producidas como fruto podrido de una libertad entendida como egoísmo. Eso mes. Egpoísmo de lo unos contra los otros.
En este sentido, no debemos caer en el falso juego de “los buenos y los malos”. ¿Quiénes son los buenos?. ¿Quiénes son los malos?. Es hora de entender que, hasta la fecha, si algo no lo remedia definitivamente, todos tenemos a Caín y a Abel dentro de nosotros. Entonces… nada de cruzadas contra los malos… sino que, de una vez por todas, los seres humanos deben desterrar para siempre los prejuicios, ser generosos los que tienen el poder, y cambiar a través del diálogo y la convivencia, con un reparto justo y equitativo de los bienes. Aunque para ello tengamos que tener, por lo visto, muchísima paciencia todavía.