Mi madre tenía un altísimo sentido de la economía. Cuando yo era niña me compraba los zapatos de diario en una tienda del Centro, bien conocida y vituperada por todos los de mi generación. Era un calzado durísimo, aparte de feo. También me compraba los guantes de lana en otra tienda del Centro, que se anunciaba mucho por la radio con la voz de un loro que cantaba las excelencias de su mercancía. Esos guantes me avergonzaban terriblemente porque olían a borra que mareaban. Así que cuando iba a entrar a algún sitio o a encontrarme con mis amigas, me quitaba antes los guantes aunque estuviera helando en aquellos inviernos de entonces de la Meseta.
Sin embargo, a la hora de gastar dinero en prendas que ella consideraba fundamentales no se paraba en barras: así fue como me compraron un abriguito de mutón, de color marrón, con el que aparezco en fotos que aún conservo. Eso sí, el abrigo me lo compraron crecedero. Lástima que no pueda ilustrar este texto con alguna de esas fotos…
Mis padres tenían un matrimonio muy amigo con un niño unos años menor que yo. Supongo que el sentido de la economía de mi madre caló en la conciencia de su amiga, quien a la hora de comprar un nuevo abriguito para su hijo, azul marino, con botones dorados, también lo compró crecedero.
Llegó el primer domingo del invierno y mi padre y su amigo nos iban a llevar a dar una vuelta por la Gran Vía, hasta la Plaza de España. Salimos muy endomingados, nos paseamos, y cuando volvimos a casa mi padre le dijo enfadadísimo a mi madre: “Toma, aquí tienes a tu hija, no la vuelvo a llevar de paseo con este abrigo hasta que no le siente bien”. Al parecer, su amigo y él fueron la risión porque parecía que llevaban dos abrigos andando.
Cuando me pongo a recordar con nostalgia aquellos años, me acuerdo de los dichosos zapatos, de los espantosos guantes y, desde luego, del famoso abrigo. Y la nostalgia se me cura bastante.
Maravillosamente divertido y entrañable.
¡Dos abrigos andando! ja ja ja.
Resumen de una época y costumbres de unos padres que (quizás) vivieron la postguerra. Aún mi abuelo, hasta hace poco,pues murió hace unos días, tenía esas ciertas precauciones ahorrativas que hoy en día ya no son tan necesarias (o quizás si… con estos tiempos que corren).
Un saludo
Onlythebestones