Alma en un hilo

Aullando corrían las sirenas por el asfalto. Pregonando una muerte por las ventanas de las fisgonas del barrio. Pasando intermitente debajo de las luces ámbar de los postes se alejaban desesperadas, repartiendo desesperación a las madres que rezan por sus hijos. Un color negro invade mi pecho y un zumo de limón sube por mi garganta, amargo néctar de semillas lubrica mis palabras que conjugadas tratan de salir por mi boca, logrando aparecer deformes en la atmósfera para besar el negativismo que pesaba.
Una lágrima, que no era de miel salió de sus párpados cerrados, quiso hacer una pregunta a los cielos, con las manos apretadas y las venas resaltadas, buscaba tomar las manos de la realidad y levantarse del infierno que veía acariciar. Un silencio, quebrado por un ladrido de invasión la despertó y la rescató de ese sufrimiento rojo.

Un sonido familiar anunció en su oído una llegada, pero más que eso, anunció el regalo de las nubes.
Su peso, todo lo movió con el respiro del alma, que ya estaba puesta de vuelta en su lugar. Inhalando seguridad, ahorca con la mano el cuero que esperaba junto ella, dejándolo caer en la carne del muchacho, carne que salió de ella, pero que no le pertenece. Dejando al cuero seco caer, enseña al joven a leer el reloj como debe ser.

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