Angel blanco.

De repente mis sueños son atisbos de aire claro jugando con tu imagen dormida y fugaz. Como si de la nada un ángel de alas blancas viniese a verme con una mirada cercana y muy lejos del tacto de mis manos. En el fondo de su mirar un castillo escondido en las profundas mareas de un ser ancestral se muestra como es. Navego por aguas extrañas, callada, despierta y no, la paz inunda cada espacio vital que hay en mí. Suenan voces dulces, el sol tímido y prudente de si, muestra destellos de nueva luz. No hace falta más, dicen rostros flotando en las aguas

Navego hasta una dama hermosa, su pelo es largo y negro, sus ojos más intensos que la mar, sus labios rojos como la vid y sus manos cálidas como las de una madre que protege a su niño.
Tengo miedo, miedo a tanta pureza y a dejarme llevar. Ella me llama, me dice ven y mi barca sumisa obedece sin más, sin esfuerzo, navegada por la voluntad de mi corazón. Que hermosa eres, cuanta belleza muestras, la diosa de lo divino, la hermosa de lo escondido…y ella dice bajito. Ana, te estaba esperando desde que Marte es Marte y Neptuno Neptuno, desde hace mucho tiempo que te observo. Y yo agradecida por tanta gracia respondo, os amo aun sin saber quien sois. Ella dice, Ana, la belleza es lo que hay en ti, la vid la sangre de la vida, y mis manos son para que no temas a la noche infinita.

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