Te encontré, preciosa luciérnaga…
Tu sirgo suntuoso allí resaltaba;
Primera vez, sinsorgo me encontraba.
Yo envuelto en nervios, mientras tú, órdaga,
querías mostrar la foto en Málaga,
al tiempo de hombros sinuoso yo estaba,
sentía cómo ella me sobijeaba,
¡sí!, ¡tu mirada, parecía móndriga!.
Licnobia, me sacaste del callejón…
sojuzgando el camino zopetero
me enseñabas a amar y yo temblando,
hasta que al fin se sintió mi vocejón,
te dije “¡te amo!, ¡pa’ siempre te quiero!”…
Todavía nos seguimos amando.
Mi madrina, guipuzcoana, me decía cuando era pequeña: “No seas sinsorga”.
Empleas un lenguaje divertido, que aligera todo el texto del poema.
Me ha gustado. Saludos.
Espera que tendré que ir a por el diccionario, que sinó no me entero jajaja. Un beso. alaia