De las veces que se le gana a la muerte, hay una que recuerdo casi todos los días. Fue un segundo nacer después de pasar en coma dos meses.
Ahora no se me ocurre cómo hubiera sobrevivido mi madre cuando me imagino la posibilidad de haber muerto. Como si mis resentimientos no la afectaran, ella pasó los nueve años que siguieron al accidente vigilándome todo el tiempo para que no se interrumpa el tirano reposo.
Es muy raro lo que uno se acuerda de las malas épocas, porque yo conservo muy pocas memorias de aquellos años. Sucede que uno prefiere amigarse con el olvido muy pronto… y las ilusiones se toman como fantasías lejanas.