El negro de su cabello admiré
y sus perfectas facciones contemplé.
Tenía unos ojos tan marrones,
que parecían pintados con crayones
Su sonrisa hermosa develaba
unos dientes blancos cual porcelana.
Y una dulce voz que sonaba a canto,
que en cada palabra enseñaba encanto.
Observando al cielo ví que caía en pedazos
y cada pedazo que tocaba la tierra
la hacía estremecer en un estruendo
que no daba lugar a ningún otro ruido sobre su faz.
Ya no quedaba nada de lo que era antes.
Era un infierno repentino.
Y cuanto más se derrumbaba el cielo,
más infierno era la tierra.
La veo de noche, nunca de día,
podría ser mi compañera de vida.
Con cada sonrisa, con cada mirada,
me va hechizando su rostro de hada.
Podría probarla hasta empalagarme,
ni aún así dejaría de gustarme.
Podría quedarme junto a ella,
aún si dejara de ser bella.
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