Treinta y seis grados de mala leche, como siempre que sube al coche. Arranca. Pronto se encuentra con un atasco. Enciende la radio y un cigarro. Abre la ventana. Siente necesidad de verlo una vez más, por eso soporta el suplicio de las cláxones no sin algún que otro me cago en tu puta madre. Suda mientras escucha como el psicólogo en criminología, Bernabé Mato, habla de la psicología invertida como método para desenmascarar a un asesino en serie potencial. Afirma que a partir de los ocho años ya se pueden identificar síntomas, lo cual permite, con un tratamiento adecuado, encauzar los impulsos destructivos hacia alternativas creativas. Percibe como por el carril izquierdo se avanza, pero no por mucho tiempo, pues al cabo puede ver el rostro de una mujer rubia de labios hinchados, la cual, al sentirse observada, demuestra su repulsa con un dedo largo.
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Millennium
Waiting for a miracle,
Leonard Cohen
Por ahí va, leyendo en el periódico que ha aumentado el volumen de moneda falsa en la circulación del dinero. El dato es preocupante y las autoridades prometen una dura guerra contra él. Se detiene en un semáforo. El hombrecillo rojo y estático le impide pasar, mientras los coches desfilan raudos aprovechando que el verde les pertenece. A su lado un cuerpo se detiene. Percibe que susurra algo. Ha llegado el día. Cruza la calle acompañado por lo que ya son los gritos de un cuerpo desvariado. Ha llegado el día, ha llegado el día, ha llegado el día…
Sobre como nos convertimos en nadie
Pertenecer a la estirpe de, por ejemplo, los canijos significaba poseer buenas manos para la mecánica del automóvil en caso de que se fuera hombre y un buen vientre para la producción de cuerpos pequeños si se era mujer, pues quien tuviera algo de canijo siempre estaba unos centímetros por debajo del resto. Su pequeñez iba asociada a la velocidad. Hablaban rápido y caminaban como si cargaran sobre sus espaldas con una prisa eterna, vestidos con el mono azul, moteados por manchas negras y pardas, y los domingos y festivos limpios y guapos, agarrados de los brazos de sus mujeres o novias.
El existente definido
Los ojos se abrieron de improviso, como si fueran los de un robot que acababa de ser conectado. Al incorporase leyó en el suelo un gran titular. Tres varones blancos y uno negro, de edades comprendidas entre los 25 y los 40 años, habían asaltado el generoso banco de la Asunción. El resultado era de tres muertos y cinco heridos sin que ninguno de los asaltantes hubiera sido detenido. No quiso poner la radio suponiendo que aquello sería un tema hiper-presente en los noticiarios de la mañana. Necesitaba reducir el mundo a las cuatro paredes de la cocina y al aroma plástico del café soluble. Después bajó a la calle y se dirigió a la parada del tranvía. Todos los rostros eran grises, agrios, y tan solo podía verlos como a varones que oscilaban entre los 10 y los 75 años, altos, delgados, de manos grandes, y como a hembras rubias, morenas, castañas, pelirrojas que oscilaban entre los 6 y los 55 años.
Galería
Este fue el primero de la cosecha. Aunque más bien debo decir que este fue el que inició la posibilidad de la cosecha, pues a éste lo encontré de casualidad. Roque Pillastres, ¿se acuerda? Sí, efectivamente, el que cantaba BLACK DANCING IN THE DARK. ¿Sabe que le gustaban los helados de fresa rociados con cocaína? Yo le complací. Pero ahora nadie se acuerda de su segundo single FURIUS WOMAN. ¿A que no? Las cosechas solo duran un año, a lo sumo dos, como me ocurrió con éste. Una cosecha de un año siempre suele ser buena, pero si se estira para un segundo la cosa degenera. West Anfibiuos vino a mí siendo un buen actor que estaba a punto de realizar un papel en una Telecomedia y necesitaba a alguien que le ayudase a negociar el contrato. ¿Se acuerda? Sí, efectivamente, el que siempre repetía la coletilla al final de capítulo.
Mínimo
La leche se derrama brevemente por la comisura de sus labios. Después mira por la ventana. Abajo solo hay calle, coches y cuerpos, mientras suena la melodía fragmentaría de una locutora de noticias. Ha muerto el último colibrí.
El humo del cigarrillo penetra por sus fosas nasales y por su boca. Aspira y espira. Enciende la televisión. Una jovencita maquillada llora dolorosamente la perdida definitiva de su novio. Se ha ido con otra. Sus hombros son tocados por unas manos amigas. Cambia de canal.
El sabor a fresa del helado acapara toda la superficie de su lengua. Se relame mientras en pantalla un cuerpo apuesto de rostro con mentón ancho conduce un todoterreno por carreteras boscosas. Venden libertad por 24000 euros. Cambia de canal.