Cada pasión…

Cada pasión nos ofrece momentos únicos. Le pedimos a la vida que sea interesante, que sea algo así como hacerse jugador de fantasías y difundimos nuestros poemas a la belleza femenina como la Gran Noticia de nuestra presencia de hombres auténticos que avalamos nuestra condición varonil con un plus, un bono llamado Sueño. Llevamos en nuestro interior el gran trabajo efectuado con nuestras formas unívocas de ser. Somos hombres y no marionetas que no saben a qué género pertenecen.

Ampliamos nuestras vivencias hasta ser los más admiradores de las chavalas guapas que trabajan dentro de nuestras memorias. La enumeración de todas ellas se nos hace infinita y, debido a nuestro crácter varonil, somos tan versátiles como los superclases del estado natural. Como hombres nos definimos y como hombres actuamos. Nuestra victoria es, siempre, la fidelidad a la única chavala guapa a la que amamos en todo momento: antes, en y después. Con esto es suficiente para amar solamente a la que nos pertenece de manera individual y jamás la compartimos con nadie de manera colectiva. Si hemos elegido a la nuestra es porque es la más bella de todas. Y eso es intocable.

Sumamos días en este proceso de adaptación a las nuevas formas de ser y las nuevas maneras de ver la vida. Cambiamos para mejorar y eso nos permite derrotar a los rivales una y mil veces más que una. No somos falsos como ellos y por eso jugamos nuestras cartas, y las escribimos para dar Acta de sus existencias, sin tener que echar faroles sino a cara descubierta para conseguir, y lo conseguimos, alcanzar la misión imposible que hacemos posible gracias a nuestra Fe.

Hemos establecido un nuevo récord de fidelidad a la más bella de todas, ¡feliz transformación física y espiritual!, que es la nuestra. Nosotros no lo dudamos. Por eso cada pasión nos ofrece momentos únicos. Y es que tenemos sentimientos de hombres porque somos hombres. No nos importa lo que sean los demás porque ese no es nuestro problema. Nosotros somos felices con las que nos han conquistado por su belleza singular. Por eso nos merecemos las mercedes de Jesucristo, un regalo de Dios a través de la Gracia del Espíritu Santo. Amén.

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