Cae la tarde sobre la inquieta María,
nerviosa se asoma y ve la gente pasar.
Entre la multitud se pierden sus ojos,
no ve la figura que pretende encontrar.
Cae la tarde y aún sigue esperando,
le sobran las ganas, le sobra la fuerza,
decide salir, correr a ese maldito lugar,
no puede tardar, seguro ha de llegar.
Cae la tarde y allí de pié está,
su enemigo bravío la mira,
frío, solemne, mientras María…
aguarda impávida, intacta…
dejando sus pies acariciar
por las espumosas olas del mar.
Cae la tarde sobre la espalda de María,
siente frío en sus huesos, le cala la humedad.
¿Será el mar tan arrogante, que ni la quiere escuchar?
María reclama al viento, a las olas, al mar..
que le devuelvan a él, o que se la lleven a ella,
allá dónde quiera que sea que él esté…
Que sufrimiento la espera de tantas “Marias” a las que el mar le robó su sentir.
Un bello y triste poema de desesparenza.
Grandiosa Namari…besotes