Calor

Calor en esta tarde de domingo. Fiesta en el pueblo. La gente se agolpa y se cruza de un lado a otro. El mundo parece girar en torbellino. Estoy en medio de la marea humana. Calor. La tarde festiva del domingo se llena de luces en los ojos de los niños. Los ancianos están sentados en sus sillas de anea buscando en su memoria las fiestas de antaño. La gente pasea, vive, toma su bebida como el acto supremo de quien va a morir al día siguiente. En el andamiaje de tablas el mago sigue creando fantasías y la cantante hace vibrar sus creaciones españolas para disfrute y solaz de quienes la escuchan. Alguien pasa con un perro de peluche entre sus manos. Calor. La fiesta es una epopeya de Hemingway. Dentro de una par de horas aparecerá la Luna y será cuando la fiesta entrará en su fase dionisiaca. Calor. La fiesta sigue. El motivo de vivirla es el deseo de mantener una experiencia comunitaria en medio de este mundo insolidario. Hoy todos son amigos. Calor. Y yo me entretengo en besar a Liliana mientras un motorista hace equilibrios sobre el borde de una acera. Equilibrios de vida en esta fieesta de calor, canciones y futura Luna para lo sueños.

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