Un rayo de luz hacía vibrar la superficie de las aguas.Las débiles olas danzaban entre leves balbuceos y todo era silencio. El horizonte perpetuaba su indiferencia rectilínea sin dejar huella alguna de su presencia, de su autenticidad. La extensión dilatada de las aguas resumía la inteligente obra del Gran Maestro. Una nube redonda, prenada de agua, descargó su contenido sobre una parte del inmenso mar. Saltaron las sirenas gozosas. Seres maravillosos, diosas de la única femineidad posible, emergentes espumas que hacía reír al eco rompiendo su calma. Fue un leve instante. La nube agotada se esfumço en su atmósfera. Las sirenas se hundieron en las aguas. Nadie fue testigo de este sacrificio, la entrega voluntaria en un sueño.