Hiciste carne mis sueños
y me entregaste el placer
que me estaba prohibido.
Hiciste sueños mi carne
y me llevaste donde
no había lugar para el olvido.
Te bastó con sonreírme
para hacerme saber quien soy.
Y entonces,
entre un gran rugido
entré en esa cavidad
a la que llaman corazón
para anidar en ella
y arrebatarte las entrañas.
Poco a poco,
como las cosas que no tienen prisa
abrazadas a la eternidad.
Me gustó mucho para mi manera de ver y entender ciertas sensaciones vitales. Veo en tu poema esa vitalidad del amor “revolucionario” que juega con las ideas hasta darles esa cavidad que todos llamamos corazón pero que sería mejor denominarlo alma. Terminas con un “poco a poco / como las cosas que no tienen prisa / abrazadas a la etenidad” que me parece sensacional. Cordiales saludos en esta “corta distancia” entre lo que escriben nuestras manos y leen los ojos de los demás. Quizás en esa cercanía manual/visual esté contenida la gran verdad de todos nosotros. Sólo basta con abrir la distancia…