Carta de un leon a otro

Me daba mucha tristeza no poder escribir esa carta a mi amigo. Tenia empezadas millones de ellas en mi mente, expresiones aisladas, que nunca conseguían descender los peldaños hasta las letras. A veces me perdia en la primera frase, o en la segunda oración, o la tercera o la importancia misma de lo que le estaba intentando decir. Lo cierto es que la vida puede sorprendernos tanto, que enmudecemos, asi estaba yo, atónita, paralizada ante ella.
Entonces intentando explicarme recordé esa canción que me gustaba tanto, “perdona hermano mio si te digo, que ganas de escribirte, no he tenido, no se si”… “Carta de un león a otro”, se llama. Cuenta la historia de dos amigos, el receptor es el insistente, de los que algunos se abusan, el emisor es el que ha buscado mundo, pero ha encontrado mas frustración de la misma y esta cansado, lejos de insistir, no encuentra las palabras ni para acercarse a su amigo.

Y a mi me sucedia similar, me voy envejeciendo sola, encojiendome, dicese de cerrarse el pecho al principio hasta que todo el cuerpo se pliega sobre si, sin poder desatascarse mas. ¿Quién armaria una telaraña después de romperla?
Entonces decido que antes de terminar el atardecer, escribiré la carta a mi amigo. Limpio la casa, aclaro el terreno… me centro especialmente en los cristales, porque si me he pasado treinta años sin poder develar la vida, algo cruzo inadvertido, algo pase por alto… En los preliminares finales me arrepiento de no haber metido antes la nariz en la yerba mate, a falta de termo me improvise una tetera de cerámica que enfria rápido, sobre un artilugio de hierro ahuecado en el centro para que mi imaginación le plante una vela, y el agua mantenga la temperatura justa, esto me pasaba a mi, estaba teniendo problemas de conservación, sentía que no era mas yo. ¿Cuál será mi soporte? ¿Dónde estará mi fuego? Me entrego entonces al dios Odin.
Y antes de que se vaya la luz, comenzare a mirar de nuevo.
Se que mi vacio no te llena, pero si mis pasos hacia ti…
Te quiero siempre, yo.

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