Madrid. Claro que sí. De Madrid al cielo, como dijo el poeta popular… Madrid de mis amores todos, de mis somnolencias claras y de mis amparos. Madrid de mis emociones todas… No puedo ocultarlo. Quiero recorrer mil y mil veces más todas tus calles, Madrid, porque mi amor por tí no es platónico sino amor de enamorado vivo, de enamorado total, visceral e incandescente. Amor por sentirte, por olerte, por acariciarte, por saborearte en cada calle, en cada plaza, en cada avenida, en cada rincón…
Desde tus guiños coquetos, ciudad metrópoli del castellano y otras mil lenguas más, eres raíz castiza, de colores vibrantes, de sabores dulces, de aromas primaverales, de trepidantes aventuras y de amplísima cultura heterogenial. Tú, madrid de mujeres todas (a cada cual más bella) eres pensamiento de paseos por todos tus caminos. Madrid, corazón vivificante de recuerdos y nostalgias, pero también de alegrías infinitas y infinitos deseos de vivir. Deseos de volver para siempre a ti.
Madrid de la Puerta del Sol y su capilla escondida de la Virgen del Carmen, Puerta del Sol de cuyo arcano reloj se enamoran todos los años las nocheviejas al compás de las golondrinas de las doce de la noche; Madrid de la Gran Vía plena de luces y de colorista ambiente multinacional; Madrid de la calle de Alcalá, la de las violeteras con los nardos apoyaos en las caderas, y de la Puerta que siempre está ahí viendo pasar el tiempo (presente Carlos III) y por donde los Reyes Magos circulan para llegar a la Plaza de Oriente; Madrid del Palacio Real con su inveterada historia de cartas de presentación, el Teatro operístico lleno de ecos y clamores y la Virgen de la almudena que ahora flota visible; Madrid de la Plaza de España donde el tiempo se detuvo para el coloquio de Don Quijote con Sancho Panza mientras las dulcineas se han convertido en palomas: Madrid de la Paloma y las fiestas verbeneras, de las Vistillas con pichis y chulapas bailando chotís junto al Corral de la Morería; Madrid del embrujo señorial, de la Plaza Mayor con su jinete ecuestre en medio de la multitud, escuchando, como un turista más, el acordeón que suena entre los pintores de los soportales; Madrid de los mesones y la Cueva de Sésamo de la calle del Príncipe, envuelto en chateos, cañas, pianos y sangrías…
Madrid de la Cultura (así con mayúsculas). Del Museo del Prado y la Biblioteca Nacional, de las cien mil librerías, de las tertulias en el Gijón y otros cafetines de tus barrios más longevos. Madrid de Chueca y de los palacetes del barrio de Salamanca, con sus historias de fantasmas incluídos. Calles de Velázquez, Sagasta, Recoletos, Colón y su fuente carabelesca de miles de voltorines. Madrid del millñon de tascas…
Madrid de los parques y jardines. Del Buen Retiro multicolorista, lleno de nacionalidades y payasos que hacen reír a la chiquillería junto al estanque donde las barcas, bajo la hierática mirada de Alfonso XII, bogan plácidamente al sol; Retiro de Chopera, Rosaleda y Parterre, de fuentes con patos y de Casa de Cristal en cuyo lago murmuran y sonríen millones de duentes de Nifo y Larra.. Madrid de la Fuente del Berro, de la Casa de Campo, del Parque de Atenas, del Campo del Moro, del Parque del Oeste… y del milenario templo egipcio de Debod, desde el cual Osiris, Iis, Mut… contemplan el antiguo cuartel de la MOntaña.
Madrid de la Vallecas cheli y la cuesta del Doctor Esquerdo con su pendiente enhiesta para hacernos gozar de la Sainz de Baranda, de la Ibiza, de la Elipa… madrid de los Embajadores, el Aluche, el Batán, la ciudad Lineal y tantos barrios periféricos que te adornan de costumbres enraigadas en todos tus atardeceres.
Madrid del San Isidro labrador amigo de cien ángeles y de la diosa Cibeles y el dios Neptuno para acompasar lo cristiano con lo pagano. Madrid del embeleso y la loca procuacidad…
Madrid. Claro que sí. Madrid de los mil y un sonidos de la juventud y de las mil y una noches de los silencios de mi corazón. De Madrid al cielo como dijo el poeta popular…