Llega el Día de la Paz. Llega la reflexión sincera hacia una necesidad perentoria y urgente de todos los seres humanos. El mundo, como siempre, se debate en medio de la ira, la violencia, el odio… y por eso es urgente y perentorio cambiar. Si lo más hermoso del ser humano es la libertad, lo más hermoso de lo más hermoso de los seres humanos es vivir esa libertad en el contexto general de la paz. Vivir y dejar vivir. Bella frase que debemos aspirar a que sea una realidad efectiva. Pero para vivir y dejar vivir es necesario que la paz inunde el pensamiento. Es indispensable, para ello, que la paz penetre en el corazón de todos los humanos a través del amor. No un amor pequeño, no un amor circunstancial, no un amor restringido sólo a momentos concretos de nuestra actividad cotidiana; sino un amor grande, expansivo y expresivo, que concierna a todo lo que es vida humana planetaria.
Es necesario ser una especie de ciudadano del mundo que practique el no importa tu color de piel, ni tus rasgos físicos, ni tu estatura, ni tu edad… respeto tu origen, tus ideas, tus creencias, tus pensamientos y tus sentimientos sean iguales o distintos a los míos. Lo que importa es tu risa, tu alegría, tu felicidad… tu pena, tu tristeza, tu dolor… porque sé que tu canto es mi canto, tu lágrima es mi lágrima, el mismo sol que te calienta a ti también a mí me calienta, la misma luna es la que nos ilumina en nuestra soledad y son las mismas estrellas las que adornan nuestros cielos. Tu vida es mi vida porque tu esperanza es mi esperanza y tu Sueño es mi Sueño. En definitiva, somos compatriotas, tú y yo, de un mismo pequeño rincón al que llamamos Universo.
Que la Paz inunde, por fin, el corazón de todos los seres humanos, de todos los hombres y mujeres de este mismo Planeta.