De cuando las cigarras y los saltamontes.

Las cigarras rondaban mi mente mientras los saltamontes brincaban en mi conciencia que era, entonces, una especie de agujero de escarabajos de donde pude escapar gracias al trabajo de las hormigas. Los días pasaban/paseaban por entre las hojas del papel periódico donde yo forjaba artículos enrollándome con las palabras y atropellándome con los sentimientos. Eran días de cigarras por el día, con algún cigarrillo por medio, y de saltamontes por las noches, con algún monte que otro en la mitad del trayecto.

Subía yo por los renglones de las páginas que escribía al sonar de las teclas de la Remington y en el exterior los transeuntes paseaban con sus nostalgias a cuestas, cargándose de panfletos. Yo, minetras tanto, seguía con mis cigarrras y mis saltamontes dando rienda suelta a mis emociones. Eran días cernidos por el tragaluz de las sombras de la luna.

Y yo seguía escribiendo en las atalayas de aquellas columnas que parecían torres de marfil superando a un James Joyce moribundo entonces. Y, por encima del cadáver de los “joycianos”, yo continuaba siempre jugando con mis cigarras y acompañado de mis saltamontes… elucubrando noticias que convertía en cuentos y cuentos que convertía en noticias. Eran días de mucho ajetreo en la redacción y yo me instalaba en mis memorias y recordaba la infancia buscando grillos y luciérnagas por el descampado… pero los grillos se hábían convertido en saltamontes y las luciérnagas se habían convertido en cigarras.

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