Confesiones de una muchacha indecente.

No soy una puta, es mi manera de probar el amor.
Leí la frase y me sentí identificada, resumida mi vida en once palabras.

En éste momento me encuentro estática, en reflexión. Estoy en un hoyo negro y no logro entender nada. En veces veo la luz a lo lejos, de reojo. Pero volteo y desaparece. Una persona normal no es así de impulsiva, de libre (aunque a la vez atada). La gente normal no tiene pasiones demasiado intensas, demasiado basadas en hechos que tal vez imaginaron, y que no logran recordar bien. A veces siento que manipulo mi realidad. No sé si siempre fui así o me volví de ésta manera. Creo que soy feliz y sin embargo a veces me ahogo en un vaso de agua. Sé que no soy una mala persona, no soy puta, no estoy loca, aunque a veces no me lo creo.

En un segundo la claridad invade mis ojos y soy todo oídos, toda razón. Entonces volteó y una canción, una mirada o palabra, un pensamiento fugaz transforman todo lo que vi, lo manipulan hasta convencerme que el mundo es gris una vez más y que yo soy la desafortunada que nunca será feliz. Y disfruto sufrir. Y sufro al disfrutarlo. Y entonces una vez más, una idea loca, un amor clandestino, un vaso de alcohol, una sonrisa feliz, encienden la luz. Y no sé qué hacer. Mis convicciones y emociones se revuelven en una maraña que no logro desentrañar, que parece no tener fin. Y nadie lo comprende. Nadie me comprende. Me gusta fingir que me comprender, pero solo puedo fingir por una noche. O dos. No creo que más. Y me da tanto miedo estar equivocada que nunca me permito estar bien.
Un día me decido y lo hago. Me expongo, frente a ti, con mis errores y traumas, mis ideales y pensamientos, mis convicciones contrarias y mis sentimientos lastimados. Casi instantáneamente me arrepiento, pues expuse de más. Soy vulnerable, y tu solo piensas que estoy loca, y yo contigo. La gente normal no se expone tanto. No es sano estar así. Una y otra vez, hasta que aprendo mi lección. Y lloro y me quejo, aunque en el fondo se que no todo es blanco y negro. También existe el gris, siempre el gris. No somos completamente buenos, ni completamente malos. Somos así. Todos fingimos. La niña que finge portarse bien, la niña que finge no decir mentiras, el niño que finge ser rico, el que finge ser responsable, la que finge ser fiel. ¿Y yo? Yo también finjo, solo no igual que tu. Yo finjo cosas que no debo fingir y expongo las que no debería exponer. Esa soy yo, queriendo pensar que soy real, que soy transparente y que los demás son los malos. Pero todos somos iguales. Todos queremos fingir que la culpa la tiene el otro, que lo que nosotros hacemos ésta justificado por tal o cual razón que nadie más entendería…
Y por eso te perdono. Te perdono por que hoy acepto que mentí. Acepto que cree universos paralelos en los que olvidaba datos y verdades. Y tú también. Los dos mentimos, los dos vivimos en dos mundos diferentes y fingíamos estar en el mismo. Ahora tu estas en un mundo mejor y yo sigo aquí, pudriéndome en veces, volando en otras. Pero no te preocupes, creo que si fuiste uno más.
Y ahora tú. Tú al que anhelo cuando vuelve la melancolía, cuando los recuerdos son amargos y no existe nadie más. Tú que en realidad todavía dudo que existas, pero fuiste lo más cercano a la realidad. Siempre finjo que fue mi culpa que te fueras, pero en el fondo creo que cuando un amor es verdadero no importa el tiempo, la distancia ni los hechos, y que éste te hace lo suficientemente valiente para luchar. Demasiadas novelas, yo tampoco supe luchar. Cuando lo intente fallé, lo hice de la manera equivocada y lo acepto. No fue una lucha pero una vez más imagino que sí. No hay un mejor confort que el imaginar. Imaginar no duele, cuando sueño despierta pasa cualquier cosa y la vida es fácil. Aunque no siempre, no te confíes. A veces es dura. A veces imagino que sentiría si murieras, si te casaras. Y lloro, no puedo negarlo. Aunque en el fondo creo saber que lo que más me gusta de ti, lo que más anhelo, extraño, y lloro, son esos sentimientos y emociones que provocaste con tu estancia pero aun mas con tu ausencia, que no sentí antes y que no he sentido otra vez, salvo aquellas veces en las que finjo sentirlas. Finjo para mí, para nadie más. Pero solo puedo fingir por una noche. O dos.

Un comentario sobre “Confesiones de una muchacha indecente.”

  1. En esta absurda tragicomedia que es la vida todos fingimos, lo hacemos por miedo, por verguenza, por inercia,… nadie somos lo que parecemos y pocos sabemos como somos realmente pues confundimos el personaje con nuestra propia personalidad. Hay una frase que me ha impactado mucho porque resume tambien un poco mi forma de vivir:Yo finjo cosas que no debo fingir y expongo las que no debería exponer… me ha encantado tu texto.
    Un abrazo

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