Contestaciones.

Contestaciones.

(A Gabriela Mistral)

Los suicidas, duermen desvelando su vida,
boca, sienes, manos y ojos, todo hecho herida,
van envanecidos pensamientos mudos extrañamente;
los suicidas, duermen desvelando su muerte
y quedan durmiendo con el llanto de ilusión sumergida
entre horas de estertor, cuando expira de repente.

No es que llegue después de que los hombres se han ido,
y no es necesario bajar los párpados a su suerte
cuando los ojos se hallan fijos hacia la muerte;
y el dolor de los órganos, es tan parecido al silencio
que no es necesario el rito de las manos sobre el pecho,
cegado quedó la mordaza del ruido en el hecho,
no es que llegue después de que los hombres se han ido,
es que los hombres, llegan mientras yo les espero.

Es agonía lo de las rosas sobre las tumbas, es agonía…
y heridas fueron al ser cortadas en su alegría;
amargo el dolor, dulce el respiro, es el encanto
apagando y retorciendo, estrujiendo en memorias
a la fronda envejecida, lastimera y de espanto;
y si el rosal dejado, lleva un color no nato,
es por llegar a su destino, un lecho ajeno…

yo respondo, Poetisa: No hay largas heridas
ni aire en calma, ni de alas enloquecidas su crepitar,
y el alma intacta, no sabe de vanas huidas,
ni puerta mojada, pues solo llega al despertar
suplicas de liberación al romper el alba;
no hay sentidos, solo luz del alma en la eternidad.

Es el aura indefinida y vedada a mi redor,
y el firmamento es infinito de luces despiertas
que llevan el nombre en la numen del esplendor;
mi corazón, con murmurios de emoción desierta
lleva la imagen solazada de las almas yertas,
y no hay gritos ni pavor, ni monstruos florecidos,
no corazón dormido, solo pasos bendecidos.

No hay rayos de sol, solo luz divina en su interior,
y fueron dejadas con el cuerpo, las marcas terrenales
en el juicio y en la entrada, de este mundo superior;
las almas de los suicidas, vienen a mí a raudales,
ellos, llevan mi bondad en plenitud en su mirada
y mi calma no lleva preferencia ensimismada
pues mis ojos ven, y oyen mis oídos, y sienten mis entrañas
y es que las almas de los suicidas, no son extrañas,
no ajenas a mi, yo soy de todos, la morada…

sea por error, sea por malicia, el hombre es hombre
y siendo Dios mortal, solo verá justicia
hasta que el amor reine en si, y cuando por amor me nombre,
amor seré, Poetisa, amor seré como caricia.

¿Hay mano dura, que la dulzura no ablande?
Dímelo tú Poetisa, que has sabido alcanzarme,
yo soy catarata, vértigo, aspereza y ande,
soy el vaso de los nectarios, donde suelen amarme.

Llámame amor, llámame justicia, llámame señor,
Yo te llamaré, mi Poetisa…

Lucevan Vagh Owen Berg

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