Hoy me desplazaba en metro a una de esas grandes superficies que tan atrayentes resultan, por lo menos a mí, y donde se encuentra de todo. Iba sentada junto a otras dos personas y enfrente teníamos a una treintañera rubia y regordeta que comía, sin prisa pero sin pausa, patatas chips de una de esas pequeñas bolsas plastificadas. No me ha extrañado que comiera en el metro, de hecho se ha visto aumentar en los últimos años el número de los que comen durante los trayectos, sino la forma en que lo hacía. Sacaba con gran parsimonia las patatas, una a una, mientras nos miraba por riguroso orden a los de enfrente con aire no sé si retador, pensativo o desdeñoso, clavándonos una mirada que se detenía lo suficiente como para hacer que uno se sintiera incómodo. El muchacho que estaba a mi lado, después de retorcerse un poco, ha acabado inclinando la cabeza sobre el pecho, supongo que por no poder resistir más la mirada.
Yo, por si acaso la chica estaba practicando alguna técnica para el mal de ojo, he activado mis protecciones. Y como no hay mejor defensa que un buen ataque, he fijado la mirada en un lateral de su cazadora vaquera. Ha sido mano de santo. Ha dejado de masticar, ha aparecido un gesto de preocupación en su cara, y ha empezado a revisar su pechera. Entonces se ha levantado y se ha bajado en la siguiente parada.
3 comentarios sobre “Cosas del Metro”
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Los que escribimos en Vorem tenemos poderes. Jeje.
Un saludo.
!Ja,ja,ja,ja!. !Muy bueno, Carlota!. Los influjos de la voremia pueden con las patatas fritas…
jajajaja me he reido leyéndote …a lo mejor la chica estaba esperando a ver si alguien le pedía una patata y contestaros alguna parrafada .Un beso