. Ya no sé si vengo y acierto, si pido y respiro o si como y desayuno. Como en cierta ocasión dije, muy escasamente, no cualquiera puede vencer el miedo de los demás. Cuántas veces escucho el por qué si en realidad nadie pregunta nada. Presto mi cerveza al de en frente y me visto con cansancio los zapatos de cristal que viven en mi cuento divino y vulgar. Entro en un bar y me meto hasta dentro y luego pregunto ¿Hay alguien? vaya por Dios si lo hay, el de aquí, el de acá y el de más allá, todos pidiendo limosna bendita, bendita y vulgar. Rebuzno y dimito y me río llorando mientras te miro a los ojos y digo “¿Qué hago yo aquí?” pues no sé, pero yo estoy aquí ¿Y tú?