Crónica de la Aldea Dormida (IV)

Después de un largo año de grandes esfuerzos y lleno de paciencia, la labor realizada por Liliana y Eda ha empezado a dar sus frutos en mí. Ya no sólo pinto aceptablemente sino que he aprendido a dibujar con algún acierto. Uno de los ejercicios que me libera de tensiones y que realizo con mucho entusiasmo en mis ratos de ocio es la pintura. Liliana y Eda han sido para mí verdaderas maestras en el Arte. Así que toda esta jornada he estado elaborando un pequeño cuadro al aire libre, debajo del algarrobo de la loma vecina a Villa Carmen, desde donde contemplo óptimamente la aldea divisada entre la curva del río y la arboleda.

Está precioso, papi. Cada vez pintas mejor. ¿De verdad te gusta, Carlita?. Sí, Está muy bien. ¿Cómo lo vas a titular?. La Adea Dormida. Bueno. Es cierto. La verdad es que no se ve a ninguna persona paseando por el pueblo. Pero yo… ¿qué Carla?… yo le daría menos luz. Me gusta el colorido pero deberías difuminarlo con un poco más de sombra (¿Dónde habrá aprendido a desarrollar tanta capacidad analítica sobre pintura?). Verás, Carla… es que yo no soy Tintoretto… Ya sé que no eres tintorero y que te gusta mucho escribir, pero no pintas mal. ¿Cúanto me pondrías de 0 a 9?. (Carla pone la mano y le suelto el euro que anda buscando para comprarse el helado). !Un 9 papá!.

Sé que Liliana va a ser más estricta y rigurosa y no se va a dejar sobornar… pero si saco un aprobadillo le enviaré el cuadro a Eda aprovechando que Ruth viaja el próximo mes hasta Guayaquil. Bueno. Hace fresquito bajo el algarrobo mientras termino la tarea. Me ha quedado bastante bien. Tengo que mejorar lo de la luz. Intento dar un toque de impresionismo francés a éste paisaje murciano con paletas donde abundan los ocres, los marrones y los verdes… el azul y el blanco lo voy a refundir un poco para lograr el ámbito de la siesta mientra la Aldea Dormida está delante de mí, rezumando tras la curva del río y semiescondida en la arboleda.

Por último, antes de que lo vea Liliana, pido la opinión de Carmen y Don Pepo que están comiendo algarrobas moradas en la cocina. Les gusta. Me ofrecen algarrobas. Las como recordando mis vacaciones infantiles en el campamento de Hoyo de Manzanares cuando me hartaba de algarrobas junto a los caballos de la yeguada militar. Liliana se acerca y se asombra de mis avances. Está contenta. La Aldea Dormida viajará él próximo mes para Guayaquil. Quiero que Eda tenga un bonito recuerdo de El Ventorrillo. Por cierto sopla un poco de aire fresco y el plato de algarrobas todavía sigue siendo presa de Don Pepo y la Carmen. Las chicharras siguen cantando en el exterior.

Un comentario sobre “Crónica de la Aldea Dormida (IV)”

  1. Enfrente, el lienzo en blanco.
    Cada día cojo el pincel.
    Ayer estaba triste
    quise pintarte gris.
    Hoy estoy alegre
    pintaré tu piel tostada.
    Tus ojos imagino
    tranquilos, profundos
    los pintaré negro azabache,
    tu bonita sonrisa
    será color melocotón.
    ¿ Cómo pintar el suave aroma
    que desprende tu piel?
    ¿ Cómo pintar tu alma risueña?
    Mientras lo pienso,
    el lienzo se llena de bonitos colores. Un beso. Alaia

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