Fue a fines de julio del año 2003. Se acercaban ya los XIV Juegos Panamericanos que se celebraron en la República Dominicana. Radio Caravana, de la ciudad de Quito y para la cual trabajaba yo entonces como comentarista deportivo y cultural, nos envió a un grupo de personas a visitar el Comité de Deporte de Cuba para que pasáramos unos días con al Delegación Cubana de Ciclismo ya que se quería elevar el nivel de este deporte en Ecuador, que se encontraba en profunda crisis- y se necesitaba contactar con entrenadores y especialistas cubanos. Obtuvimos el pertinente permiso de las autoridades de la isla y en pocos días estuvimos al lado de los grandes ases del ciclismo cubano (Julio césar Herrera, Ahmed López, Damián Martínez, Michel Pedroso, pedro Pablo Pérez, entre otros). Pero lo más importante, para mí, no era sólo investigar a fondo el andamiaje del ciclismo cubano, sino poder tener ocasión de entrevistar, por un momento, a Fidel Alejandro Castro Ruz, el presidente de la República caribeña. Tuve suerte. Mi profunda amistad con el divo ciclista Julio César Herrera produjo el milagro.
Todo sucedió por una concatenación de casualidades. Resulta que Fidel Castro acudió a aleccionar a los deportistas cubanos que iban a participar en los Juegos y gracias a Herrera pudimos pedirle que nos concediese una entrevista personal. Se interesó por saber quiénes éramos y qué clase de entrevista pedíamos. Le dijimos que éramos periodistas trabajando para Ecuador. Tras una breve charla dialéctica conseguimos que nos invitase a pasar unas horas en su Residencia situada en el Municipio de Las Palmas, en Pinar del Río, un poco al sur de La Habana, en la Sierra de los Órganos. Exactamente en las Lomas de San Andrés.
Con Fidel Castro estuvimos unas cuantas horas hablando de diversos temas políticos, sociales y culturales de carácter internacional mientras nos invitó a probar el excelente queso de la región junto con una taza de café y una copa de ron. Fue una experiencia inolvidable estar al lado, charlando distendidamente, con quien llevaba entonces ya 44 años en el poder (ahora son ya 47). Desde 1959 Castro dirige los destinos de Cuba. Fidel Castro estaba este día de julio del 2003, de buen humor y desarrolló un largo lenguaje de fácil comprensión (quizás porque se limitó a explicarnos ideas socialistas muy básicas), repleto de sutilezas y con genio agudo e incisivo a la hora de hablar de sus batallas contra las tenazas del imperialismo yanqui; hablando más “en cubano” que “en español”. No estuvo, sin embargo, a mi parecer, demasiado realista consigo mismo. Parecía creerse eterno pero todos sabíamos que estaba ya bastante enfermo. Yo le miraba a los ojos y observé una mirada profunda pero a veces demasiado hierática y huidiza, como de ver las cosas con acento bravo pero a veces demasiado alejado de la realidad de los otros mundos ajenos a los de él mismo. Este hombre, que posee una energía interna descomunal, ofrece sin embargo un aspecto físico preocupante y sus manos son excesivamente delgadas. No parece estar para mucho trote pero él no lo da a entender.
Tenía entonces 76 años de edad y se le notaba cierto cansancio en la voz. Un cansancio que transmitía a los ojos, que de vez en cuando los medio cerraba como deseando iniciar un breve sueño… o comenzaba a parpadear de manera algo anormal. Pero su optimismo hacia la Revolución Socialista Cubana y hacia el futuro de ésta es enorme y nada fingido. Él cree que después de él el comunismo seguirá triunfante en Cuba. No se le pasa por la mente, ni por un momento, que vaya a haber transición alguna hacia una política distinta a la que él cree que tiene asimilada todos los cubanos. El poder le da carisma a su mirada. Carisma y una inquebrantable fe en sus ideas.
Nos habló, sin entrar en demasiados detalles organizativos, de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) que para muchos politicólogos de la isla son los ojos y los oídos de Castro. Estos Comités fueron fundados en 1960 y hoy superan el número de 133.000, con un total de 8.200.000 afiliados (que es lo mismo que decir el 86 % de la población cubana mayor de 14 años de edad). Todos ellos están, según Fidel, más que preparados para defender a la Revolución frente a los enemigos del yanquismo. En el campo de lo ideológico es importantísima la existencia de los CDR y hay que señalar que también existen CDR infantiles para los niños menores de 14 años de edad, a los cuales se les prepara y se les adoctrina desde la infancia en política, ideología socialista, eduacación general para sentir que ser cubano es de una suma importancia. Los CDR de adultos son, por otra parte, creaciones de control de los vecindarios y desarrollan trabajos comunitarios en áreas como vacunaciones médicas, limpieza general, vigilancias nocturnas, preparación para evacuaciones ante la amenaza de huracanes, actos multitudinarios, organización de masas. Etc. Los CDR y los CDR infantiles son las bases donde se sustentan las creencias de que el socialismo cubano perdurará en la isla tras la muerte de Castro.
Minetras nos hablaba estuve contemplando la mirada de Fidel Alejandro Castro Ruz (que no se llamaba al principio Alejandro de segundo nombre sino Angel Hipólito). Su padre fue un agricultor gallego español que llegó a la isla como soldado para defenderla del ataque de los Estados Unidos. Después de la guerra aquel soldado se quedó en Cuba y se dedicó, sin ninguna clase de escrúpulos, al lucroso y próspero negocio azucarero a través de contrataciones con la empresa United Fruit. Se llamaba Angel María Bautista Castro Argiz y estaba casado siendo padres de dos hijos. Pero mantuvo amores extramaritales con una criada de la casa, una mulata llamada Lina, con la que tuvo hijos ilegítimos (entre ellos Fidel Ángel Hipólito). Cuando su padre se divorció y se casó con Lina Fidel Ángel Hipólito Ruz pasó a recibir el apellido de Castro. Y al llegar a la mayoría de edad se cambió el malquerido segundo nombre (Ängel Hipólito) sustituyéndolo por Alejandro (ya que era un gran admirador de Alejandro Magno).
Pero ¿cómo era la mirada de Fidel en este julio de 2003?. ¿Qué se descubría tras ella?. Fidel Castro tenía una mirada profunda, hundida entre las espesas cejas canosas, con un poco de reflejos paternos celtagallegos en sus iris y mucho de sombra mulata materna. La mirada siempre la dirigía directamente a su interlocutor pero los párpados le servían a manera de parabrisas y habvía que descubrir continuamente cuándo estaba hablando de manera fértil o cuando titubeaba por causa del cansancio. Fidel Castro hablaba con la mirada y por eso daba la sensación de estar muy seguro de lo que decía. En su mirada hay un algo de fiereza indómita que le impulsa a la lengua como un motor febril. Por eso a veces conecta largas peroratas o entra en discontinuo monólogo difícil de poder interpretar. Es capaza de recitar, durante horas, los hitos históricos que ha vivido y de los que ha sido historia viva. La mirada de Fidel Castro va un poco más allá que su memoria y lo que hablan sus recuerdos. Entonces es cuando se descubren ciertas lagunas que hacen pensar que el continuo parpadeo es síntoma de que el viejo guerrero ya está muy cansado. Yo le vi así. Un poco cansado y bastante enfermo a pesar de que aquel día estaba de bastante buen humor.