Cuando, en abril de 1994, me presenté con todos mis sueños dentro del corazón, en el aeropuerto mariscal Sucre de Quito para iniciar mi aventura existencial en las Américas, poco podía yo imaginarme entonces la cantidad de vivencias que experimenté en aquellas tierras donde viví 13 años completos; un periplo que dejó huellas profundas en mi vida íntima e interior; tan profundas huellas que ahora pienso muchas veces que algún día he de volver…
Lo primero que me sucedió en América fue que, al llegar, me presentaron a un cuñado chileno (José Salinas) tan ansioso como yo de aventura y que tenía previsto un inminente viaje a Chile de un mes de duración para visitar su tierra natal. Pepe Salinas me preguntó si estaba dispuesto a acompañarle y qué región en particular quería yo conocer.
Le dije que me encantaría conocer de todo un poco pero, de manera especial, la tierra de los antiguos araucanos. A Chile nos fuimos los dos en su automóvil (Pepe es un enamorado del automovilismo e incansable conductor). Hacia la tierra que vio por primera vez Diego de Almagro en 1536 pero que sólo a partir de 1541 fue iniciada su conquista por Pedro de Valdivia. Yo le había puesto al corriente a mi cuñado Pepe del gran poema épico de Alonso de Ercilla, escrito en octavas reales y titulado “La Araucana” en honor de aquel pueblo amerindio (siempre en guerra continua contra los españoles) y sus caudillos, de manera especial Caupolicán, el cual encarna, desde entonces, el mito del héroe trágico chileno.
Pero uno de los héroes de la historia araucana fue el caudillo Colo Colo y como resulta que José Salinas es un forofo del equipo de fútbol chileno que lleva este nombre nos encaminamos hacia la tierra de los araucanos para conocer. Muchas notas y anécdotas tengo escritas de mi mes pasado en Chile y que inauguran mis queridos Cuadernos Americanos que con tanto celo guardo cuidadosamente. Notas y anécdotas escritas en Iquique, Antofagasta, La Serena, Valparaíso, Santiago, Rancagua, Talca, Chillán, Concepción, Colta… hasta llegar a tierras de antiguos araucanos (Temuco, Valdivia, Osorio, Puerto Montt e incluso la gran isla de Chiloé). Pero aquí sólo voy a tocar el tema de Colo Colo dejando otros asuntos para otros días. Sólo decir que en mi larga estadía de un mes hice grandes e inolvidables amigos chilenos y chilenas mientras tomábamos café y hablábamos de Vicente Huidobro (el gran impulsor del creacionismo ultraísta), de Pablo Neruda (uno de los más grandes poetas de todos los tiempos cuyo libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” fue el primer regalo que le hice a Liliana cuando la conocí en Madrid), de los hermanos Nicolás y Violeta Parra (con su poesía entrañablemente dolorosa), de José Joaquín Vallejo (más conocido por el pseudónimo de “Jotabeche” y cuyos artículos costumbristas tanto me hacen recordar a nuestro Mariano José de Larra) de “El lugar sin límites” (la singular novela de José Donoso), de Jorge Edwards (tan cautivador en “El peso de la noche”) y de otros contemporáneos como Skarmeta o Isabel Allende… y fue precisamente hablando del momento trágico e histórico sucedido con el asesinato de su padre Salvador Allende a manos de las tropas del dictador sanguinario Augusto Pinochet, cuando un día llegamos a Temuco (centro neurálgico de primer orden para los antiguos araucanos). Y mientras yo termino de darle algunas notas a mi cuñado sobre el poeta madrileño Alonso de Ercilla (cortesano, soldado, humanista y viajero autor de “La Araucana” en 1586) comienzo a aprender sobre Colo Colo y su leyenda.
Lo primero que aprendí sobre los araucanos, según explicaciones que me dan y que yo anoto para no olvidar, es que ellos preferían que se les llamase mapuches (su verdadero nombre) que significa “los de la tierra” ya que lo de araucanos (que es como han pasado a la historia) es un nombre genérico que, al igual que ocurre con el nombre de jíbaros para los habitantes de la selva amazónica, engloba a muchas familias o tribus diferentes. Así que Colo Colo (que es nombre mapuche que significa “gato montés”) fue un caudillo mapuche que nació alrededor de 1490 y murió hacia 1555. Un cacique que dirigió, junto con Lautaro y Caupolicán (coaligado con ellos) a los mapuches durante la Batalla de Tucapel en la que derrotaron a los españoles de Pedro de Valdivia en diciembre de 1553. Por aquel entonces Colo Colo ya era una anciano de más de 60 años de edad pero tenía un gran ascendiente entre sus pueblos. En este sentido hay que reseñar que Lautaro (un caudillo proveniente de las selvas del Carampangue y el Tirúa) sólo tenía entonces apenas 16 años de edad y Caupolicán (el otro caudillo mapuche que tomó parte en la batalla y que era nativo de Pilmaiqués) tenía apenas 24 años de edad. Luego Colo Colo era el más sabio de los tres y quien dirigía las estrategias con mayor acierto. Además de estos tres caudillos hubo otros que también han quedado para la posteridad pues algunos lugares geográficos de Chile llevan sus nombres: como ocurre, además de los tres señalados ya, con Paicabí, Lemolemo, Lincoych, Elicura, Orompello, etcétera.
Sobre la muerte de Colo Colo hay dos versiones diferentes: algunos historiadores dicen que murió en combate durante la Batalla de Quipeo (1560) ganada ahora por las tropas españolas. Otros indican que su muerte se produjo entre 1555 y 1558 como consecuencia de la hambruna y peste tifoidea que asoló la zona en aquellos años. Actualmente, el nombre de Colo Colo está extendidísimo por todo Chile y hay muchas ciudades y pueblos que llevan su denominación.
Pero coloco, en Chile, es una palabra que significa también otras muchas cosas además de referirse al legendario caudillo mapuche. Así, por ejemplo, existe un importantísimo club de fútbol de la Primera División chilena (el único que siempre ha estado en Primera División de aquel país) con el nombre de Club Social y Deportivo Colo Colo. Su sede radica en la capital de Santiago y fue fundado el 19 de abril de 1925 gracias al empeño de un grupo de ex jugadores del Club social y Deportivo Magallanes. Los lideraba David Arellano y en honor a éste el Estadio Monumental donde juega el Colo Colo lleva su nombre. El Colo Colo viene a ser para los chilenos como el Real Madrid para los españoles. 62.500 espectadores van siempre al estadio cuando se enfrenta al rival histórico (Universidad de Chile) que es todo un acontecimiento en el deporte chileno. Por cierto, la barra brava de los colocolos es conocida como La Garra Blanca porque el color de la camiseta del equipo es blanco y representan la garra del fútbol chileno. En su historial tienen ya 25 títulos de la Liga de Primera División, 10 copas de Chile, 1 Copa Libertadores, 1 Copa Sudamericana y 1 Copa Interamericana.
Pero colocolo también es algo más que historia y fútbol. Por ejemplo, se llama colocolo a un monito de monte (también conocido como chumaihuei o perrito de virtud) cuya denominación científica es la de Dromiciops gliroides. Es este colocolo (o monito del monte) el único representante que queda en América del orden de los marsupiales (mamíferos primitivos cuya hembra posee una bolsa o marsupio para transportar y dar de mamar a sus crías) y está emparentado con los canguros de Australia siendo el único que queda en América del sur. Considerado como verdadero fósil viviente (puesto que la gran mayoría de su especie se extinguieron entre el Oligoceno y el Mioceno, o sea en el Tercer período de la Era Terciaria (y estamos hablando de hace 65 millones de años). Por el momento, todavía se desconoce si los remotos ancestros de este colocolo llegaron a América del Sur desde Australia o, por el contrario, se encontraban allí desde la época en que ambos continentes estaban unidos en lo que se conoce con el nombre de Gondwana (continente que en la Era Primaria comprendía a América Meridional, África, Arabia, Irak, Australia y el Antártico), aunque también se desconoce cual fue la exacta distribución geográfica donde habitan lo colocolos (monitos del monte) pero se sabe que uno de sus lugares preferidos son los bosques húmedos del sur de Chile (allí donde hay una latitud entre 36 y 43 grados), en la gran isla de Chiloé, en la Cordillera de la Costa, en el Valle Central y en la Cordillera de los Andes. Otro dato conocido es que hay colocolos en Argentina.
Los colocolos llamados monitos del monte son apenas un poco mayor que un ratón común y pueden alcanzar los 13 centímetros de largo, pero a ello hay que sumarle otros 13 centímetros de su larga cola prensil con la que se agarran a las ramas de los árboles. Tienen un pelaje denso y suave, que es de color pardo grisáceo o bayo (pues existen distintas variedades) y el vientre lo tienen de color blancuzco. También se les reconoce por sus franjas oscuras en la espalda y en los flancos del cuerpo y porque tienen un hocico muy agudo y además poseen un dedo pulgar oponible. Es enorme la capacidad que tiene su cuerpo para adaptarse a los climas fríos. Por cierto, hay un rasgo original en sus orejas: son redondas, cortas y llenas de pelos.
Son habitantes de bosques y viven en nichos ecológicos hechos de hojas de quila (que es una planta de la familia de las gramíneas parecida al bambú pero algo más fuerte) y se alimenta de pulpa vegetal (tejidos azucarados de los frutos carnosos), semillas y larvas de insectos. Por otro lado, es muy difícil verlos porque son de costumbres nocturnas y excelentes trepadores. Estuve buscando alguno pero me tuve que conformar con la excelente colección de fotografías de Matías, el dueño de un bar de la ciudad de Chacao (en el Chiloé chileno).
Al igual que los osos, los colocolos hibernan durante el invierno y durante todo el otoño acumulan gran cantidad de grasas que depositan en su larga cola para pasar la época invernal. Esto lo hacen rápidamente por su metabolismo que les permite acumular grasas en pocas semanas.
Como siempre ha sido una especie poco conocida y muy difícil de encontrar, el monito del bosque ha estado, a la vez, en las historias locales, rodeado de un halo misterioso por el cual se le han atribuido leyendas de carácter fantástico; por ejemplo, se les llama colocolos porque en algunos lugares se tiene la creencia de que se tratan, en realidad, de monstruos de la mitología mapuche; una especie de ratones emplumados que por las noches penetran en las viviendas y se alimentan de la saliva de los durmientes hasta que las matan. Pero no todas las leyendas que existen sobe el colocolo del monte les son desfavorables. Por eso se les llama también chamuihuén y perrito de virtud.
Chamuihuén porque es, según la historia legendaria, un animal muy semejante al real pero con cola de buey y capaz de sobrevivir sólo con azúcar al cual se le confiere rasgos benéficos ya que se dice que su origen está relacionado con el buey que presenció en nacimiento del niño Jesús en Belén. También el nombre de perrito de virtud le otorga carácter benéfico, ya que en Chiloé existe la creencia de que son perritos mágicos de los bosques, que habitan dentro de los troncos de los árboles (como los duendecillos de los cuentos infantiles) y que pueden vivir de la “virtud” que es lo mismo que decir del aire y sin tomar alimento alguno. Es creencia, igualmente, que quien escucha sus débiles gritos es buena señal: va a nacer un niño sano.
No logramos ver ningún monito del bosque en Chiloé pero lo que si encontramos, un día, casi en la frontera con Argentina, en un lugar llamado Paleno, otro colocolo bien distinto al anterior. Y es que con el nombre de colocolo se conoce, igualmente, al llamado gato de los pajonales cuyo nombre científico es Oncifalis colocolo. Se encontraba en medio de un pajonal, es decir, en un paraje poblado de alta vegetación herbácea, propia de terrenos bajos y anegados. Era un día de lluvia y el colocolo había salido en busca de comida. Pero esto colocolo (gato de los pajonales) no es un mamífero marsupial sino un mamífero felino sudamericano, que habita en los pastizales del sur de Chile y Argentina. Su área preferida son los pastos y los cañaverales altos, los bosques húmedos y algunas veces las regiones montañosas con gran cantidad de vegetal en sus faldas.
Era este colocolo felino un macho que tendría una longitud aproximada de 75 centímetros y su cuerpo era alargado y muy flexible (como el de todos los felinos). De pelaje largo que le daba un color de tono gris amarillento, con líneas oscuras en la nuca y sobre los hombros. También tenía franjas oscuras en las patas y en la cola. De orejas pequeñas y puntiagudas. Se dice que cuando les llega la hora de parir (una vez al año) nacen entre 1 y 3 crías y su período de gestación es de 80 días. Por cierto, otros nombres sinónimos con los que se le conoce son los de felis colocolo, lynchaulurus colocolo, bracifalis braccato y oncifolis pajeros.
Y está también el colocolo mitológico (del cual cité algo antes) de los antiguos mapuches. Su aspecto difiere según la zona geográfica donde se le ubique. Para los mapuches, en general, el colocolo mitológico tiene forma de serpiente y puede transformarse, por arte nigromántico, en rata con plumas. Más al sur, sin embargo, el pueblo de los huiliches lo representa como un ratón o rata alargada que tiene cabeza de gallo. Según la leyenda¡, el colocolo mitológico nace del huevo incubado por un gallo y habita comúnmente en los rincones oscuros y las rendijas de las casas, alimentándose (como dije antes) de la saliva de las personas que están durmiendo a las que mata succionándolas durante las noches,. El colocolo mitológico puede ser descubierto en los hogares de los pueblos montañosos, en los pueblos perdidos más allá de toda civilización moderna, porque por las noches suelta una especie de quejido llorando igual que los bebés recién nacidos. El colocolo mitológico de los mapuches, también llamado basilisco chilote tiene forma mitad gallo y mitad culebra. Posiblemente, este animal mitológico deriva de la leyenda del Basilisco de la mitología griega (un monstruo fabuloso nacido de un huevo puesto por un gallo e incubado por un sapo) pero no hay que confundirlo con el saurio de nombre basilisco que es parecido a las iguanas y que vive en la América tropical.
Otra variante del colocolo mitológico es el Pihuyche de los mapuche, que también forma parte de la mitología de los chilote (otro pueblo araucano) y que es una especie de murciélago vampiro, asociado curiosamente con el famoso chupacabras que tantas páginas de periódicos llenó a finales del siglo XX y principios del siglo XXI en varios países de América (sobre todo en Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica y México) por “extraños” sucesos misteriosos que sucedieron en esos años. Simplemente se trataba de murciélagos sin nada de brujería por medio.
Por último añadir que he probado, en este viaje, la excelente calidad del Colocolo, que es un vino chileno que apareció por primera vez en la década de los 90, y que viene a ser un jerez dulce verdaderamente agradable para los entremeses o después de las comidas.
Nota.- Araucano es un nombre genérico que engloba a los pueblos mapuches, picunches, huiliches y pehuenches del sur de Chile y Argentina. Lo que sucede es que con el nombre de araucanos pasaron todos ellos a la Historia pero son diferentes los unos de los otros aunque todos ellos pertenecen al Arauco o Araucania, una región chileno-argentina de casi 32.000 kilómetros cuadrados. Los verdaderamente mapuches son amerindios araucanos que viven en comunidades situadas entre los ríos Salado y Toltén (en Chile); los picunches son amerindios araucanos que viven en la costa norte de Chile; los huiliches son también norteños (más arriba de Temuco) y los pehuenches son en parte chilenos y en parte argentinos pues viven a ambos lados de la frontera entre los dos países. Así que los verdaderamente pertenecientes a Colocolo son los mapuches (todos ellos del Centro y Sur de Chile). Por otro lado los gatos colocolos que todavía existen están protegidos por la ley porque son una especie declarada en peligro de extinción y está severamente prohibido cazarlos.