Mes de agosto del año 2001. Hace fresco en el agosteño ambiente del Uruguay cuando nos presentamos en el Viejo Barrio de Montevideo. Ha sido una larga travesía inciada en Rivera…
Pasando por Tranqueras, Tacuarembó, El Paso de los Toros (atravesando la Cuchilla Grande de Durazno), Durazno, Sarandi Grande, La Cruz, Florida, Corleone, Las Piedras… !y mi querido Montevideo!.
Hemos atravesado la llanura ondulada y colorista del Escudo Brasileño: cimas presentes que a veces tienen figuras de mujer, mujeres caminando por las plazuelas de los pueblos, lomas alargadas y cerros de granito.
Montevideo, la vieja ciudad fundada en 1726 en el estuario del Río de la Plata. Barrio Antiguo: aire hispánico en sus plazas y callejuelas. Corazón del Uruguay con su catedral y su cabildo… y visita al Teatro Solís, este lindo edificio de forma elíptica, donde tantas veces se ha escuchado el “Aida” de Giuseppe Verdi.
Haciendo un alto en el camino hemos estado (como prometí a mi amiga Celeste) en el viejo café de la Sarandi 403… tomando un suculento choripán (pan con chorizo acompañado de lechuga y tomate más ciertas salsas preparadas por manos uruguayas)… y para terminar un café con bocadillos.
Leo la historia de la fundación del teatro Solís mientras enciendo uno de mis cigarrillos ecuatorianos (mis queridos e inolvidables Belmont). Efectivamente este teatro se fundó en honor del marinero español Juan Díaz de Solís. Hitoria. Vieja historia que se queda en la memoria mientras escucho el bandoneón de un viejo payador bohemio…