Cuando Cupido se aburre

Me he sentido imbecil, para no variar. No se si creía en los flechazos, pero hoy por un momento casi caigo, y fue un “casi” eterno. Me enamore y desenamoré en cuatro horas. Algo así como la experiencia del “cegador”, con la que perdí un año intentando digerir lo imposible, embotellada a presión en cuatro puñeteras horas.
Ha sido intenso, sí.
Él sonreía. Encantador. Nadie nombraba a Irene. Sólo a una tal ex de Burgos con la que no había acabado bien. Contestaba con evasivas o directamente ni contestaba a las preguntas indiscretas que Susana le lanzaba, mientras nos guiñaba el ojo como si le hubiera entrado ceniza.
Tres horas y dos cafés después yo estaba mareada por el humo.Yo fumando como un carretero, mientras él, encantador, seguía sonriendo y contando batallitas. ¡Qué entusiasmo, qué vidilla de repente! Entonces, ¿hay alguien?


Mis sospechas se materializaron en una conversación del todo patética, que decidí cortar para no hacer el ridículo cuando en cualquier momento se diera cuenta de que me jode realmente no haber escuchado ni una vez sobre Irene o como él prefiere llamar “mi nena”
En fin. Ahora ya no jode tanto. He salido del paso lo mejor posible y espero que se le quite de la cabeza esa idea de ser el “deseado-no alcanzado-enamorado de otra”, aunque intuyo que se lo tiene bastante propuesto, y que yo tendré que filtrar más que nunca.
Tendré que aplicarme más el “Good bye stranger”.
Hace un rato volví a saber de Abel, valiente al volver, preguntando si estoy libre para venir a verme. La verdad es que no tengo ganas de reafirmarme con encuentros inútiles a estas alturas, aunque dicen que ningún encuentro es inútil.
No me hace falta lidiar con más capullos por hoy.
En resumidas cuentas, parece que los flechazos no tienen mucha posibilidad de ocurrir, y eso, sumado a mi creciente pesimismo sobre el tema, la probabilidad es prácticamente nula.
Es hora de subir la guardia, aunque dé pereza. Filtrar la excentricidad ajena, reducida a polvo y sólo dejarse deslumbrar por los tropezones de naturalidad y buena intención.
Y si es necesario, sólo en casos de sed, dejarse enamorar aunque solo sea para que le brillen a uno los ojos durante cuatro horas.
Espero quedarme con alguna moraleja (por aquello de que de errores se aprende). Porque mañana habré olvidado esta zancadilla, perfectamente descansada y preparada para caer de nuevo.

4 comentarios sobre “Cuando Cupido se aburre”

  1. hola sour_sYstem no se quien eres pero me gustaria mas llamarte por tu nombre,me veo reflejado en ti y creo que ya me a pasado esto varias veces la histora que cuentas cuando cupido se aburre y cuand omenos te lo esperas.un sueño hecho realidad.

  2. Cupido lleno de sed que se asoma y se esconde nuevamente. Cuando Cupido se aburre surge desde dentro de la incertidumbre. Tu “casi” enamoramiento por cuatro horas ocurre a veces… nos ocurre cuando menos esperamos. Filtar la excentricidad de Cupido es, como tú perfectamente realizas a través de este texto, como una elaboración de trama instantánea. Un amor de cuatro horas y después el propósito de seguir adelante sabiendo que Cupido siempre está poniendo zancadillas. Un abrazo. Excelente texto.

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