Llevo casi dos semanas padeciendo un ruido infernal. Después de unos meses sin ningún vecino en el descansillo, ya que de los otros dos pisos se han trasladado sus ocupantes (con los que, por cierto, me llevaba estupendamente y ha sido una pérdida el que se hayan marchado), ahora han llegado las obras. En el piso que está pared con pared con el mío hace casi dos semanas, como antes decía, se han desatado todos los furores del Averno. No parece posible que seres humanos puedan manejar un aparato que lo produzca en tal cantidad y tantas horas seguidas. Me pregunto si contratarán para su manejo a sordos, o si habrán perdido ese sentido a fuerza de manejar el trasto. Se alternan los bramidos del aparato en cuestión con los martillazos o lo que sea que utilicen como guinda del pastel.
Así que estoy con los nervios a flor de piel. Me ha coincidido, además, con un catarro con el que me ha obsequiado esta especie de invierno estival que tenemos… Cualquiera diría, en vista del tiempo que llevan sólo para tirar lo que hay, que vivimos en un palacio. Pues no, es una vivienda normal y corriente.
El que está a cargo de las obras, cuando le pregunté a principios de la semana pasada, me dijo que “esa” semana, es decir, la pasada, iba a ser delicada. Buenas palabras, que han quedado obsoletas por los hechos. Porque lo cierto es que deben haber cogido fuerzas durante el fin de semana para volver a atormentarnos.
Si sobrevivo al día de mañana, me voy de viaje pasado. Espero que a mi vuelta hayan parado de destruir y haya comenzado la reconstrucción. Pero la verdad es que ya no confío. Es como si estas obras fuesen a durar ya para siempre…
Creo que lo mejor es irse de viaje. Enervante ruidito, sin lugar a dudas.
Espero que disfrutes de tu viaje.
Disfruta. Desligarse de la casa de uno por un tiempo nunca es malo, incluso cuando no hay tanto escándalo como el que estás soportando… Un saludico
Deben ser los bramidos del Averno, Carlota. Si puedes escapar del tormento hazlo inmediatamente. Yo tengo la enrome fortuna de haberme cambiado hace unos días de domicilio. Aquí, en mi nueva residencia, sólo existe el silencio y la paz. El aire fresco del amanecer no se envuelve en tormentosos ruidos de martillos y explosiones barruntadas por mecanismos de destrucción. !Ánimo, Carlota!. Cuando todo haya pasado respirarás como la más feliz de las mujeres!.