Cuento de Navidad

Suerte que hoy solo ha trabajado media jornada y mientras sus compañeros caminan hacia el bar de al lado para tomarse una copa juntos y desearse lo mejor, ella camina hacia el súper más cercano para lograr conseguir, como el mejor Rey Mago, todo lo que lleva anotado en un pos-it que se niega a pegarse a su agenda como si quisiese huir despavorido a su destino.
Como cada año y hace diez, prepara la cena para toda la familia. El pretexto oficial es que en su salón caben todos, por eso cuando compra el décimo de cada año, sonríe pesadamente y sueña con que si alguna vez la diosa Fortuna la visita se comprará una casa “sin salón” y entonces ¡adiós pretexto!

Mientras hace el encebollado para el bacalao, mira a su pareja que se esmera en parecer que hace algo pero la realidad es que no hace nada, bueno sí, en sus entradas y salidas a la cocina va calentando motores con una copita de vino de Tacoronte que le han regalado y un trocito de queso majorero que le costó un ojo de la cara y que ya tiene preparado en un plato rojo y dorado que compró en el chino. Su etiqueta decía que no debía ponerse alimentos directamente sobre él, pero si los chinos son inmunes por qué no esta familia.
Siguió con la faena y mientras batía la nata para hacer un mousse de gofio su mente deambula por el futuro más inmediato. Sus cuñadas haciendo su entrada como duplicados baratos de la Barbie y compitiendo entre ellas de manera implacable. Sus cuñados debatiendo sobre ese tema trascendental que permite que el mundo siga girando, el fútbol. Sus suegros escoltados por su prole de enfermedades y medicamentos. Y los niños, esos locos bajitos como decía Serrat, que lo ponen todo patas arriba pero que son lo único genuino y auténtico de este montaje.
Suena el timbre y da comienzo la función.
Parece que el papel de la cocinera le ha gustado a todos menos a ella.
Èl invade su espacio en la cama y le resopla en un tono empalagado por el alcohol:
– ¡Ho ho ho , esta noche es Nochebuena!
Ella, con los ojos cerrados, se gira dándole la espalda y bostezando le contesta:
– Y mañana Navidad.

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Cuento de Navidad

Hace muchos años, cuando los ojos se fijaban en el Sol y no en los escaparates, la noche se apoderó del mundo. La luna empalideció hasta lo imposible y las abejas dejaron de fabricar cera y miel. Los rios bajan preñados de agua y los peces, desorientados por una luna débil, se estrellaban contra las rocas. A nadie sorprendía que ésto pasara. La Tierra fría tiritaba. El rayo anunciaba la presencia de la nieve. Era la presentación de un cambio de estación. Hombres y mujeres sentían miedo. Buscaban la luz y el calor, pero atentos, sabían esperar abrigados en sus pieles de oveja o en sus grandes jerseys de lana. Todo olía a respeto por cada acontecimiento y nadie perturbaba el paso de las aves migratorias. Era el momento de acostarse pronto y disfrutar del sexo. Nacerían hermosos niños en los meses de luz. Los cuerpos sabían más de sí mismos, porque se necesitan para sobrevivir. Las navajas, además de cortán las hogazas, tallaban barcos en la madera, animales, cabezas para bastón, juguetes nacidos de las manos de padres y abuelos. Las risas no faltaban en las cosas, ni el olor a aceite frito ni a tocino. Era entonces cuando llegaba el momento mágico en el que la oscuridad era más negra pero no llegaba más alla; después, un poquito más de luz y otro más…hasta que el Sol regresaba de su largo viaje.

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