Vivo en Triana, en un pisito en la calle principal, por el cine Monopol. Por ahí, ya sabes, cerca de la Casa-museo de Galdós. ¿Qué por qué la nombro, si hay muchas más cosas? Bueno, no creas que realmente me interesa. Ni siquiera me gusta ninguna de sus novelas. He leído varias: Marianela, Doña Perfecta… y no me gustan, es más, me parecen simplísimas. La nombro por que allí trabaja mi padre, y como se pasa todo el día allí, al final me obliga a hacerlo a mi también. Odio estar allí, me paso todo el día solo, rodeado de eruditos que se creen guays por vivir por allí cerca y presumen de estar en clubes literarios, hablando de críticas, de filosofías varias, de literatura y de ensayos y excusándose por ello, pero a mi no me la pegan. Una vez entre en uno y estaban todos medio pedos, con una juerga impresionante y pensé que al fin y al cabo todo el monte es orégano.
Encima cuando te hablan, te miran orgullosos desde su pedestal imaginario, observándote constantemente por encima del hombre como si ellos supiesen todas las verdades más verdaderas de este mundo y tú no enterases de nada.
Me producen una antipatía enorme, malditos borrachos yonquis disfrazados de bohemia y de vida de artista natural y de la calle.
En fin, hace poco es cierto que ya no me aburro tanto. Y no por que me haya hecho amigo de los yonquis, no. Es por algo que vi en la tele, en esos programas sensacionalistas que sólo hablan de asesinatos y cosas por el estilo. Siempre emitiendo las mismas historias: ora una desaparición, una un asesinato múltiple, ora un rescate milagroso a una niña de 3 años…, y al final acabas pensando si no es posible que todo sea una invención. Pero al oír las palabras “…barrio de Triana…” fijé mi atención en lo que decían. El informe era el siguiente.
“… una historia que aún da escalofríos. Como hemos dicho, en el barrio de Triana se cuenta que hubo un asesinato en plena calle Cano, hace ahora mismo unos 50 años, que hizo temer a las personas que por allí vivían y que acabo sin ninguna detención. El misterio que envuelve a todo ello son los síntomas de violencia mostrados en el cuerpo asesinado, y que hicieron pensar que el homicidio se había de hacer con uno o varías cuchillos finos y muy afilados, y que habían desgarrado la piel de su víctima hasta quedar desangrada y causar su posterior muerte…”
¡Tío, vaya flipe!, un asesinato al lado de mi casa y yo sin haberme enterado, ¿cómo es que nunca había oído hablar de él? ¿Lo sabría mi padre? Bueno, supe al momento que no, por que el tío de la tele siguió hablando…:
“… y la información ha sido encontrada en un periódico local antiguo, de cuya existencia poco o nada se sabía. El hecho es que la policía acabó por intentar que el caso fuese borrado del mapa, y lo cierto es que lo consiguieron: si no fuese por esa fuente, nada se sabría de tal asesinato premeditado…” (…) “…entre esas informaciones se encontraron informes sobre el perfil del asesino: se lo creía viajero de algún tipo, apátrida; y junto a la escena del crimen pudieron encontrarse plumas de algún oscuro ave, de lo que se piensa que el hombre pudo haber matado también a algún pájaro para saciarse…”
¿Plumas de pájaro? ¿Por qué el tío mató a un pájaro? ¿Qué estupidez era esa? Yo lo veía demasiado evidente: ése pájaro, cualquiera que fuese, se había cargado al tío en menos que canta un gallo a picotazo limpio y luego había salido volando. Yo debía ser el único que así lo veía pues, en el resto del reportaje, se hablaba de la imposibilidad de que un pájaro matara a un hombre de esas características y en esas circunstancias.
Aún así me quedé pensando en ello, ¿quién podría haber sido, un loco que mata a gente y luego va dejando plumas por ahí? No. Me refugié en mi egocentrismo y nada ni nadie me impidió que imaginase la misma secuencia una y otra vez: un pájaro matando a su presa y luego huyendo del lugar…