¿Cuántas veces?

¿Cuántas veces te rompieron el corazón? ¿Cuántas veces destruyeron tus ilusiones? ¿Cuántas veces destrozaron tus esperanzas? ¿Cuántas veces sufriste despiadadamente el desamor? ¿Cuántas veces te hicieron caer sin ninguna clase de misericordia? ¿Cuántas veces te obligaron a querer olvidar tus sueños? ¿Cuántas veces te alejaron la meta cuando ya estabas llegando a ella? ¿Cuántas veces te hicieron sufrir sin merecerlo? ¿Cuántas veces tuviste que llorar para superar la soledad en la que te quisieron meter para siempre? ¿Cuántas veces se rieron de tus lágrimas? ¿Cuántas veces se burlaron de tu dolor?

Yo te vuelvo a repetir, otra vez más y todas cuantas sean necesarias, los versos de Almafuerte: ” Como escribió el poeta argentino: Si te postran diez veces, te levantas / otras diez, otras cien, otras quinientas. / No han de ser tus caídas tan violentas / ni por ley han de ser tantas. Repito lo que en su día os dije: Caemos… caemos muchas veces… en ocasiones con un tremendo ruído de polvo y de aullidos. Pero nos levantamos y nos volvemos a levantar y, muchas veces incomprendidos, tomamos el equipaje y pensamos como el poeta español Antonio Machado: caminante no hay camino se hace camino al andar. Y caminamos y cada vez que caemos y nos levantamos somos más altos y más grandes, no por soberbia ni por vanidad, sino porque somos más humanos, más sinceros, más verdaderos. Caemos y caemos y nos hacen caer muchas veces en medio de un tremendo estrépito de silencios y olvidos. Pero caminamos y a veces ella -que suele ser madre- nos dice: ¿Por qué te tienes que marchar si tú ni yo lo deseamos?. Siempre es al amanecer con la salida del sol (Sale el sol, nace la luz, me acerco a tí y te doy el beso de la despedida). Y a veces suele llorar (Pero no sufras pensando en mí. Abre los ojos y mira. Estoy siempre junto a tí porque no es lo mío ninguna huída. Que si me marcho no es por deseo pues me marcho por necesidad para ser un viajero que de pueblo en pueblo va sembrando gorriones grises que hablan de amor y de paz) Y se lo dices así, todo seguido para no perder el caminar, tras haberte caído tantas veces y haberte levantado tantas más que… cada día eres más grande y más alto por ser más humano y más verdadero.

Y caemos junto a la que nos acompaña. La que también cae y se levanta. Con la que ríes y lloras, con la que amas y sufres, con la que sueñas y despiertas después de haber hecho el amor… Y es que dicen que el amor no puede ser inventado.. y yo me pregunto… entonces ¿quién es ésta mujer verdadera que un dia dibujé con mi imaginación en el Paseo de Pintor Rosales de Madrid, tomando helados junto a la puerta del Teleférico, y que ahora es tan real como mi misma Sombra? Con ella, que la inventé en un verano de loca creatividad camino y me caigo pero me levanto.

Quizá esto sea eso tan complicado que algunos llaman vida, evolución, realización, o no se qué cosas más que nosotros los voremistas (más dados a la significación que a las definiciones) no podemos llegar a entender. Pero sé que nosotros caemos y caemos y caemos… pero siempre morimos de pie… mientras que los de la alta saciedad (a veces coinciden con alta sociedad) viven de pie y sin caídas, pero qué paradoja: siempre mueren tumbados…

No. No me estoy refiriendo a una clase social determinada porque las determinaciones de las verdaderas clases sociales a las que pertenecemos no vienen dadas por los poderes económicos sino por nuestras personalidades humanas. Caer es inevitable. Pero… ¿y levantarnos?… ¿cuántas veces somos capaces de levantarnos? No creo en ninguna clase social de esas en las que han dividido a la sociedad humana. Creo solamente en las clases de personas. Y esa es la verdadera arma social que poseemos para saber levantarnos mientras los demás, que se creen victoriosos, no saben jamás levantarse del polvo en donde se han hundido.

9 comentarios sobre “¿Cuántas veces?”

  1. Mi abuela materna: Totalmente de acuerdo contigo porque sé a todo lo que te refieres. Quien te conoce tanto como yo sabe que lo dices con toda clase de razón y porque sabes permanecer siempre en pie. Quizás algunos otros que yo también conozco a la perfección no podrían haber aguantado ni la millonésima parte de lo que tú les has aguantado a todos ellos y a algunas de ellas. Que Dios reparta Justicia pero tú sigue siempre en pie, nieto… sigue siempre en pie porque quienes confiaron en ti siguen confiando de la misma manera en que te lo hicieron saber. Si el mundo supiera lo que saben los líderes de las bases humanas, vosotros, los que sabéis vivir de pie y no arrodillados ante los inmisericordes, el mundo sería completamente distinto. ¿Cuántas veces, nieto, cuántas veces lo has llegado a proclamar con voz firme, rotunda y a los cuatro vientos? ¡Pues hiciste muy bien! Que cada cual es como actúa… no como piensa… sino como actúa. Y de eso tú y yo sabemos un montón. Así que al pan pan y al vino vino, lo dicho dicho está y los que vengan detrás que arreen. Son mis tres sabios consejos para llegar a un punto importante de nuestras existencia: Que Dios les pille a todos ellos confesados y, de paso, que Dios reparta suerte si es que ellos se merecen tener suerte. Mientras tanto no caigas nunca.

  2. Exacto, abuelita. Diste otra vez en el clavo. Y ya que he citado a Antonio Machado, escucha lo que dijo: “Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré mejor”. Jejeje. Hasta para ser serio hay que saber sonreír. Poner buena cara a quienes nos intentan hundir es la mejor manera de derrotarles totalmente. Y por lo tanto… a buen tiempo cara excelente… ¿o no es cierto, abuelita?

  3. La verdad es que estás en lo cierto, abuelita. Si fuese por todos ellos y algunas de ellas no estaría ahora para contarlo. Dios sabe cuáles son las cosas que hay que recordar y las cosas que no hay que olvidar. Son dos cosas diferentes aunque parezca que digo lo mismo. No es igual recordar que no olvidar. Me parece que tú si me comprendes pero voy a explicarlo para quienes o no lo entienden o prefieren no entenderlo. Las cosas que recordamos nos hacen evolucionar y las cosas que no olvidamos nos hacen reforzar nuestra evolución. Recordar es cosa de hombres… y de mujeres… pero perdonar es solamente cosa de Dios. Y como no somos dioses sino seres humanos recordemos pues y dejemos el olvido para quienes tienen mucho que olvidar. Yo, desde luego, soy de los que no tienen nada que olvidar porque lo recuerdo casi todo y lo que no recuerdo no duele… ¿comprendes ahora bien? Si algo no he olvidado es porque no merecía la pena y lo que no merece la pena no es ningún dolor. Así que no olvidar no tiene por qué ser no perdonar… pero no somos dioses, abuelita, no somos dioses ni tenemos por qué cargar a cuestas con los trabajos de Dios. Jejeje.

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