Hoy es un día especial para quererte porque sólo están las estrellas y me recuerdan a aquéllas que nos cuidaban en Buenos Aires.
La noche se vistió temprano; el pueblo quedó sin luz y la gente enciende velas camino.
Se respira un aire diferente.
Regreso balbuceando con el silencio el trajín de horas que me dará monedas y nuevas lunas.
Adoquines y piedras con forma de casas tapizan las montañas y se vuelven cobijo para mis pasos.
Noche para quererte, en que tropiezo con tu voz en cada esquina.
Se oyen pocas cosas; se escuchan demasiadas.
Campanas de viento resuenan más hondo que de costumbre para intentar algún tiempo.
Entro a la casa con penumbras a cuestas.
Como puedo, ubico el cuerpo por las escaleras.
Han dejado velas para que evite perderme pero ansío tus manos como guía.
Todos los ambientes han enmudecido menos el balcón.
Sólo las flores siguen despiertas y con algún color de esperanza llamada día.
Entro en la habitación.
La cama prolija y sin sentido.
He perdido mi reloj nublado. Mejor así. No duele tanto no poder verte aún estando a una hora de mi boca.
Sin embargo, te aguardo como cazador furtivo buscando mi olor en sábanas destrozadas de tango.
Concurre el abismo de no poder abrazarte.
Enjuago lágrimas. Estreno otro mes acobardado dentro del calendario.
Hoy es un día para quererte Guillermo.
El airecito de verano acompaña, al igual que tu ausencia.