Dani triste junto a su ventana

Dani se despierta y camina hacia el baño aun sin abrir los ojos. Es cierto, lo sé, que un niño despierta al amanecer y abre los ojos lentamente, recibiendo poco a poco la luz que el sol da, que se frota los ojos y sonríe, por que despertar uno y poder estar acostado un rato más intentado dormitar es la mejor sensación de las sensaciones del mundo mundial. Pero mi hermano mayor Dani no es igual, no es como los demás, que suspiran a las sábanas por las mañanas mientras flipan con los colores que reciben sus ojos. Por que Dani no es así. Dani es ciego.
Yo había visto una vez por la tele un ciego que vendía cupones. Y que sonreía mirando hacía cualquier lado, menos a donde se encontrara la cámara. Y tras sus palabras se oía una música superdivertida, y eso parecía justamente él, muy feliz. Yo hasta entonces había pensado que si eras ciego eras triste, por mi hermano más que nada, así que le pregunte a mi madre que por que estaba feliz aquel hombre.

Me dijo que aquello era un anuncio, que era mentira, que no me creyese todo lo que decía la tele, que ya me lo había dicho veintemilveces. Y yo se que es verdad, por que Ronaldinho pone una cara de que se muere con las natillas, y a mi me parecen asquerosas.
Pero aun así no me lo creo del todo. Dani se despierta con los ojos cerrados, y nunca se si los vuelve a abrir el resto del día por que se pone unas gafas de sol muy oscuras. Yo no se por qué, si las lleva hasta en invierno, pero he decidido que es mejor no preguntar. Después de despertarse se pasa el día escuchando la radio y sentado en mi cocina, que pega al lado de la calle y desde donde te enteras de todos los chismes del barrio. Y a veces, solo a veces, coge uno de esos libros con rayitas y puntitos y se pone a leer. Pero creo que no le gusta demasiado.
A veces imagino que Dani se pone lentillas de color verde de ojos y que camina por la calle con ellas. A ciegas, pero con ojos, o eso vería la gente. ¿Me entiendes? A veces lo imagino y me sirve de algo, pero el otro día lo soñé. Ahora te lo cuento si quieres.
Dani se levantaba y abría los ojos, que eran de color verde (ya te dije que eran lentillas falsas). Y caminaba por mi casa tan confiado que cualquiera hubiese dicho que veía con aquellos ojos de plástico encima. Y mi madre al verlo, se quedaba de piedra, y entonces nos íbamos por ahí a dar una vuelta. Caminábamos por la avenida y Dani saludaba a la gente sin que nadie se diese cuenta, y mi madre reía, y Dani reía, y yo me reía muchísimo más que ellos dos juntos. Llegábamos al final del muelle y allí nos sentábamos, a ver el mar. Mi madre se ponía entonces a llorar mientras sonreía, y a mi ni se me pasó por la cabeza preguntar el por qué y me arrejunté junto a cuerpo y me quedé dormido.
Por eso, cada vez que veo a Dani triste junto a su ventana creo que me ahogo. Pero he descubierto que si soy valiente y frunzo el entrecejo se me abre la garganta y puedo volver a respirar.
Por eso, cuando veo a Dani con la cara arrugada le cuento lo que veo, lo que encuentro al observar por su ventana y adivino el también quisiese ver. Me escucha un poco al principio, o eso creo, pero en seguida me echa de la habitación y me dice que quiere estar solo. Pero justo en el momento en el que giro el pomo de su puerta para cerrarla y levanto la mirada hacia él, descubro que sonríe. Sonríe dulce y levemente, y una lágrima echa carreras hacia su boca alegre.

4 comentarios sobre “Dani triste junto a su ventana”

  1. !Precioso, Ismael!. Lleno de sensibilidad humana. Basado en un hecho real o en un hecho imaginario, tu relato llega al alma. Y además está muy bien trazado en lo literario. Con estilo sensible y profundo, Un abrazo, comapñero. Lo has escrito con verdadero sentimiento y gusta de verdad.

  2. Totalmente de acuerdo con Diesel, me ha tocado el alma. Solamente el final, en si mismo, es un bello canto a la humanidad auténtica. La que algunos llevan en el corazón.

    Un saludo

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