DANZA PASIONAL

Me dijo al oído:

Dicen que bailar salsa es como hacer el amor.

Su voz acarició mis sentidos. Mis ojos se paralizaron; no sabían que más ver, pero no querían dejar de ver. Seguimos paso a paso. Pude recordar cuando me tropecé por primera vez; fue el nerviosismo de la adolescencia; aunque no había tanta diferencia entre aquella etapa de mi vida y la actual. Ella hacia de mis movimientos una cosa irregular. Muy pegados, seguíamos bailando. La ligereza de nuestros pasos nos hacia girar suavemente. Por un instante, casi confundido por lo misterioso, perdí la visión entre paredes.

– Si me miras lo podríamos hacer mejor.

Lo que dijo hipnotizó mi vista y la miré fija y descontroladamente, y con el ansia de encontrarnos en ese dominio que nos daba la realidad: estábamos solos y queríamos ser uno solo. Le di una vuelta; dejé que sus manos pasearan por mis hombros; que sus cintura sintiera el roce de mis palmas y mis dedos; que baje y vuela a subir en una danza de atracción y de locura en donde no hay reglas; solo el desenfreno. Seguimos el ritmo y la letra que compenetraba con nuestro sudor, esto último no sabíamos si era de cansancio o de pasión. El cielo en ese momento era nuestro espacio, y cada parte de nuestro cuerpo eran gotas que nos estremecían en ese roce incesante de una danza entre almas. La frialdad había dejado de existir y nuestra temperatura aumentaba desproporcionadamente hasta llegar a encendernos realmente de pasión.

Percibí que quería decir algo, algo distinto. Cada vez le daba más sensualidad a sus movimientos. Logré acariciar cada lugar escondido de su silueta. Me entremezcle entre el arte de su danza, y me perdí entre su cuerpo. Desde el centro algo exploto, esto último no pude explicar; solo sentir. Cuando quise decir algo, ella se adelanto…

– Te quiero a morir.

Pensé en decirle: “Hagamos el amor, pero ya lo habíamos hecho”

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