Sobre mi rostro ninguna señal que no sea la que la vida marca. Un rostro para el mundo y otro para mi propio corazón. Sin saberlo crecí subiendo el último escalón de un sueño de eterna infancia. Allí, alimentado por la credulidad de mis castillos en el aire supuse ser feliz. ¿Qué me ha situado al otro lado del espejo? Como si un viento intenso hubiera borrado mis últimas carcajadas, ahora debo ver y ser visto. Oculto mis sentimientos, porque los desconozco. Oculto la ingratitud de un aparecer de repente delante de los demás para ser otro yo, para jugar un nuevo papel, para pertenecer al doloroso teatro de la adolescencia. Mi cuerpo se ha estremecido sin darse cuenta. No elegí ser ásí, pero me transmuto con la idea de una eternidad posible. Este leve dolor que permanece quieto, que polariza mis intentos de jugar de nuevo, que crece insumiso ante las ideas colgadas de los programas dela tele…
¡ahora! comienza a despertar sin que nadie avise, sin que nadie advierta, sin que nadie comprenda…que el camino que comienzo, precisa de soledad y de esa búsqueda de ser amado, porque, solo soy incapaz de no sentir lo que siento. Hay textos que hago regresar al Flog. Cuando los escribí surgieron de un modo rico en expresiones y sé que forman parte de todo ese mundo que habita en mi, pero que desconozco por amplio y complejo.
(Porque quizá alguien comienza a descubrir y su visión comienza a nacer desde lo oscuro)
Nacen las soledades de la meditación desde lo oscuro para resurgir claramente translúcidas en el ser amado de las expresiones posibles.